Últimamente no me molesto mucho en escuchar las noticias de política. Pero algo me llega, y no puedo evitar reflexionar. Es un vicio que tengo.
Reflexiono, por ejemplo, sobre qué pasaría si un gobierno socialista subvencionara ¡el 80%! de las supuestas pérdidas de determinadas empresas privadas. Si no va eso contra el sacrosanto mercado. Si no es una blasfemia de un estado intervencionista. De hecho, ni siquiera me explico que la UE lo permita, cuando no permite subvencionar explotaciones estratégicas como el carbón.
Pues eso es lo que se propone el gobierno actual: regalar dinero a las empresas de peajes, porque pasan pocos coches. La cosa no para ahí; pretende ayudar a la actividad de esas empresas, que no sé yo si generan mucho empleo ni de mucha calidad, no sólo dándoles dinero directamente, sino además… cambiando el código de circulación. Pretende que compensen supuestas pérdidas a costa de la seguridad. A costa de vidas humanas. Algo verdaderamente brillante y poco intervencionista.
Ocurre otra cosa llamativa si recordamos lo que pasó cuando el gobierno propuso sacar la “comida basura” de los colegios, para combatir la obesidad infantil. A algunos les escandalizó; la presencia de comida (un poco más) sana en las escuelas les hacía pensar, sobre todo, en aquello de que “este gobierno sólo sabe prohibir”. Poco importaba que la misma sensatez se esté aplicando en muy diversos sitios del mundo.
Bueno, pues hoy la obesidad infantil sí es un problema “dramático”, y sí se pueden tomar medidas. Ya no es motivo de escándalo.
Vale más no hablar de las elecciones catalanas. Dado que el gobierno anterior rompía y desmembraba España, dado que estaba en manos de nacionalistas de todo tipo, dado que era flojo y débil, me pregunto qué habría pasado si llega a suceder algo remotamente parecido a lo que ha ocurrido ahora: un plante en toda regla, con una posibilidad real de que Cataluña se declare independiente, con unas elecciones-órdago en las que, no lo olvidemos, los partidos independentistas han obtenido clara mayoría. Viendo los titulares de los periódicos, verdaderamente ridículos, cualquiera diría que es al revés.
¿Cómo habrían sido esos titulares de haber estado en el gobierno el otro señor, el que no usaba barba? ¿Sería todo esto culpa de Mas, o de algún otro?
Otra cosa de la que por fin nos hemos librado es de los errores de Zapatero. Por ejemplo, si una banda mafiosa china queda en libertad por un error judicial en 2012, evidentemente el error es… judicial. Si hubiera sido en 2010, tendríamos tertulias para una semana incidiendo en lo muy, muy inútil que es Zapatero. No olvidemos que un ministro de Justicia suyo tuvo que dimitir por cazar en una provincia con licencia de caza de otra provincia. También podríamos hablar largo y tendido de qué habría pasado con la desgracia del Madrid Arena; podemos estar seguros de quién habría sido el culpable. Me extraña, de hecho, que Ana Botella no aluda a eso de “la herencia recibida”.
Bueno, al menos ahora estamos en buenas manos económicas, de gente que sabe lo que se hace y no improvisa, como ya dije anteriormente. Por ejemplo, el novedoso método de lucha contra el fraude que consiste en consagrar el fraude, legalizarlo y hacerlo ventajoso fiscalmente. Lo previsto era ya indignante, pero parece que de momento no se está muy cerca, que digamos. El plazo para blanquear dinero con el beneplácito del Estado termina hoy. ¿Llegaremos a los 2.500 millones prometidos por el genio Montoro? Se admiten apuestas.