La habilidad de Rajoy

La gran desgracia de un sistema democrático es que las habilidades que se requieren para hacer un buen trabajo, ayudar a los demás, dirigir a un grupo de gente, solucionar problemas u organizar cualquier servicio público… no tienen nada que ver con las habilidades que se requieren para llegar a ser alcalde, diputado, ministro o presidente. Ayudar a los demás es una cosa y ganar elecciones es otra.

Por lo visto, la OCDE hace un informe que se titula «Cómo va la vida» y en el caso de España dicen que la satisfacción ante la vida manifestada por los ciudadanos españoles ha bajado en los últimos diez años, de 7,1 puntos sobre 1o a 6,4.

Quien piense que Mariano Rajoy no es un político hábil vive en otro planeta. Lo que ha hecho Mariano Rajoy agota cualquier calificativo. Si repasas su historial, y el de su partido, y lo comparas con cualquier cosa que haya hecho cualquier otro gobierno democrático, admitirás que es un campeón. En realidad la táctica es muy sencilla; deja que todo el mundo se canse, pierda el gas, y a otra cosa. Solo necesitas absoluta desvergüenza, absoluta falta de escrúpulos, absoluta falta de moral y, eso sí, cierto control sobre determinados medios de comunicación. Aguantas marea, dejas que se cuezan en su propia salsa. Cueste lo que cueste (a ti no va a costarte nada).

No se puede negar que este hombre tiene habilidades excepcionales, y así hay que reconocérselo. Lo malo es que las habilidades que muestra son excelentes para el mantenimiento de Rajoy en el poder, no para que mejore en nada la vida de las personas.

Lo hemos visto mil veces. Cataluña es el ejemplo más reciente. Me arreglo para derogar el acuerdo que habíais logrado; luego, no negocio, no cedo absolutamente en nada, te desprecio como a un pedazo de mierda que para mí no existe; es que ni te recibo, vamos. Si te revuelves, si no te cansas como todos y no cedes tú, si estás entre la espada y la pared, y como yo soy refractario solo te queda revolverte… al revolverte será todo culpa tuya. Eso es una novedad; el que no se cansa lanza un ataque desesperado, y eso casi le facilita las cosas más aún. Así ha sido; Rajoy ha sobrevivido a esto también. Lo malo es que la gente de Cataluña, esos millones de personas, han sufrido un golpe durísimo. Viven mucho peor que antes. Rajoy bien, gracias.

Esa trayectoria que se construye sobre el aplastamiento de las esperanzas de la gente se traduce muy bien en el dato, para mí, más dramático del «cómo va la vida en España». Dice ese estudio que «Sólo [sic] un 23% de la gente siente que puede influir en lo que hace el Gobierno, un porcentaje claramente inferior a la media de la organización (33%).» Rajoy ha derrumbado ya por agotamiento a un 10% de ciudadanos más que sus iguales, lo que tiene su mérito. Esa gente cansada y rendida es su combustible político. Es como si su camino, en vez de apisonando asfalto, se hiciera apisonando gente triste.

Esa impunidad absoluta, tanto en términos judiciales, como electorales, como de opinión pública, es el mayor daño que puede sufrir una democracia, como ya he dicho. Y esas cifras lo dicen con claridad. Es como si pones tu casa en alquiler y tu inquilino, en vez de pagar la calefacción, va quemando muebles para calentarse.

Cuando él se vaya, tú tendrás un erial.

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