Bueno, en realidad no. Es un problema inmenso, muy complejo y con mil caras. Alguien que llegara y arreglara de un plumazo el Congo no habría hecho más que el 1% de lo que se necesita (¡arreglar el Congo! ¡Me parto!).
Pero hay una parte de todo esto que es muy, muy sencilla.
Y se reduce a lo siguiente. Estás en el mar, en un barco. Y delante de ti hay una serie de personas flotando en un tablón. ¿Las recoges o las dejas?
Esa es una pregunta sencilla. ¿Sí o no? Es una decisión que no puedes evitar, y solo hay dos opciones. Los recoges o los dejas.
Hace unos días he leído, con asombro, que la vicepresidente del gobierno (siempre consigue asombrarme) decía que el Open Arms no tenía permiso para rescatar.
¿Perdón, vicepresidente? ¿Me lo puede repetir?
¿Permiso para rescatar, dice usted? Pero ¿existe eso? (Aquí dicen que no).
De hecho… ¿existe siquiera el permiso para no rescatar? ¿Quiere usted decir que ese barco podría pasar cerca de una lancha con gente en las últimas y dejarla allí malflotando? ¿Eso no es omisión del deber de socorro? ¿Eso no es homicidio? ¿Podrían llegar a tierra y defenderse diciendo «es que nos iban a traer problemas legales si los recogíamos, menudo papeleo, quita, quita»?
No es solo Carmen Calvo. Un iluminado, nada menos que profesor titular (jubilado) de Derecho Marítimo en la UPV (y se demuestra una vez más que la Universidad no siempre alberga inteligencia) nos explica que esos son «náufragos de conveniencia». Oye, tú, no habría caído si él no llega a decírmelo… No tiene desperdicio.
Él mismo admite que en el mar se cometen muchos fraudes de ley, empezando por ese de las banderas de países pequeñitos, para evadir impuestos. Pero entonces nos explica también que el que estas personas pretendan ser náufragos es otro fraude de ley. (Aparentemente, no le parece que sea necesario hacer nada respecto al fraude de las banderitas, pero sí respecto al fraude de quienes huyen de la guerra, la pobreza, la violación o el genocidio). Dice que «la realidad implacable limita el principio impecable», ole el ripio y lo bien que te ha quedado, profesor, pero no para implicar que no queda más remedio que rescatar a esas personas, sino… ¡lo contrario!
Menos mal que está él para explicarnos que los traficantes se aprovechan de la situación para «obligarnos» a aceptar a sus víctimas convirtiéndolos en náufragos ya desde su partida. Que esos naufragios no son consecuencia de un accidente marítimo. Que la inmigración descontrolada es mala. Gracias por las aclaraciones, hombre.
Entonces nos explica que no, hombre, que claro que hay que auxiliarlos, pero que hay que «hacer algo» al respecto y cambiar esa situación. ¿Cuál es la solución brillante? No sé; viene a seguir la estela de Carmen Calvo, diciendo que el Open Arms no debería estar ahí, por el efecto llamada que causa (aunque eso parece ser mentira). Aprovecha para llamar bienintencionados y poco menos que tontos a quienes piensan que hay que rescatar, aunque para él es obvio que hay que hacerlo. Vamos, que paternalismos aparte, no se aclara y no aporta más solución que decir «hay que hacer algo».
Que yo sepa, ante un naufragio jamás se ha cuestionado si el náufrago podía prever las dificultades por las que pasaría o si no tenía por qué estar allí. Nunca se ha puesto sobre la mesa la motivación del viajero ni su parte de culpa; no me imagino al barco, con los tipos abajo (supongamos que blancos y muy alemanes) esperando que les lancen un cabo, y entonces se asoma alguien por la borda y dice «Oye, que lo hemos estado pensando y en realidad el rumbo que habéis tomado, con el pronóstico meteorológico que había, no se le ocurre ni al que asó la manteca, así que os vamos a dejar, créeme que me duele más a mi que a ti, hasta luego». Yo puedo pensar que qué se le ha perdido a tanto ricacho «navegando a vela» por el Mediterráneo en su estúpido yate, y que si quiere jugar a Elcano que se coma sus mierdas, pero normalmente si un yate se hunde rescatan a esos tripulantes que estaban allí sin necesidad, básicamente entreteniéndose y corriendo aventuras.
Lo de decirle al Open Arms «te suelto, pero no vayas por allí» viene a ser como decirle que sabemos que en esa zona hay gente a punto de ahogarse, pero no vayas, porque si vas tendrás que rescatarlos y eso nos toca los cojones, déjalos que se ahoguen sin que se entere nadie. No me explico cómo se puede pretender imponer tal tipo de prohibición sin incurrir, ahí sí, en delitos evidentes, que por lo visto se le pasan por alto al experto profesor de la UPV. (Si alguien está cumpliendo la legalidad aquí, me temo que es el Open Arms).
Veo el problema. No quiero inmigración descontrolada. Hay que hacer algo. Los traficantes de personas son unos indeseables. Todo lo que se quiera.
Pero hay 150 negritos flotando en un madero, y están delante de ti, aquí y ahora, con todos los antecedentes y todos los argumentos que quieras, con todas las consecuencias que quieras. En ese momento solo hay una decisión. O los coges o los dejas. Ya me dices cómo lo ves, pero hay una condición: todos tus argumentos y explicaciones tienen que terminar con la expresión «y los dejo en el mar» o bien «y los recojo por mucho que me fastidie».