Periódicamente vengo dejando aquí mis discos redondos. Ya he insistido alguna vez en que eso no es simplemente un disco que me guste (que hay muchos), ni que esté bien hecho. Es un disco que tiene una coherencia especial, a la vez que resulta novedoso o peculiar. Bueno, ya lo intenté explicar aunque no sé si lo conseguí.
En esa lista hace poco añadí Euphoria mourning, y dije que tirando de ese hilo salen otros enganchados. Ya dejé entrever Grace, de Jeff Buckley. Pero ahora quiero apuntar otro: Howling book, del grupo Eleven.
Para empezar, Howling book viene a ser un libro de los aullidos. Y la portada refleja una luna llena, un libro, un mundo no se sabe si de licántropos o de literatura fantástica.
Y el primer tema, Show me something, de repente hace a uno pensar si no está escuchando un disco de Robin Thicke. Pero por enmedio hay voces inquietantes, de muñecas asesinas que cobran vida, pero todo ello dentro de una línea muy elegante y muy funky y muy cool, pero… Lo sé, son descripciones pésimas y con un pero detrás de otro. No sé cómo hacerlo. Sea como fuere ¿son estos un grupo de música de baile?
No; el segundo tema, Flow like a river, empieza con una guitarra sucísima que parece que estén tocando ZZ Top. Y la voz que arranca es la de una chica, pero no pretende cantar como una chica; mete un twang tan terrible, y le pone tanta actitud, que revienta el coolómetro. Además, vuelve a intervenir el tipo también.
¿Entonces esto va de blues sureño? No; el tercer tema es Simple kiss, y te descoloca, porque es una balada con guitarra, una canción prácticamente de cantautor pero con una percusión hecha con un instrumento que no sé qué es (¿un tipo chasqueando la lengua?) Una absoluta belleza de canción, con coros, con una progresión armónica que cuenta la historia por sí misma, hable de lo que hable.
A estas alturas ya no sé qué es este disco, y sin embargo no me parece incoherente. La cuarta es You’re my diamond, vuelve la guitarra sucia, un ritmo lento y machacón, otra sobredosis de blues. Y la quinta… ay, la quinta.
La quinta es Kill me no more. Más allá de que algo esté bien hecho o no, hay canciones que te tocan y ya está. Y esta me rompe. Vuelve a ser la vocalista, con su voz andrógina, y esta es una canción que podría firmar perfectamente Camilo Sesto, o cualquier cantante romántico de esa época, pero con guitarras (suuuuucias) metaleras y una atmósfera de ópera rock, de musical (¿has visto cómo empieza Rocky Horror Picture Show? Pues eso). Me parece un himno, una canción tremenda, la he oído mil veces y me sigue cautivando. Y sí, es hortera y romántica y sentimental. Pues eso.
Sé que no es interesante hacer una enumeración, que no es buena idea. Pero es que la sexta, Now is the word, vuelve a cambiar, a ser un canto desganado y machacón, pero con un compás peculiar: una especie de 4+2, con toda la suciedad (a veces cantan como por megáfono).
Y la séptima es… Howling book. Un canto fúnebre sobre el piano que parece la banda sonora de una película de Murnau, si las películas de Murnau hubieran tenido banda sonora. Otra armonía llena de dirección, no previsible pero nada extravagante, como música clásica, con órgano… A estas alturas ya debería esperarme cualquier cosa, y mira, pues no. No sé qué esperar.
Dije que no era bueno hacer una enumeración, y casi la he hecho pero me gustaría parar. Three voices es prácticamente un contrapunto barroco en el que todo es reconocible pero casi nunca sabes qué viene a continuación. Hidden… Bueno, eso, que no quiero reventar el disco entero.
Si tuviera que definir Howling book no sabría muy bien qué decir, pero sí diría que es un disco lleno de coherencia, a pesar de todo. No es un chorro de canciones puestas ahí a lo loco.
Yendo más al detalle, en primer lugar, respecto al sonido diría que tiene una producción increíble. Está lleno de sonidos, de timbres, de detalles, de matices; y, sin embargo, no hay un exceso de información. Cada cosa está donde debe, se la oye y significa algo. No es una cuestión de sofisticación ni de electrónica; es un disco con muchos sonidos distorsionados, feos; pero no está saturado. Es un disco con mucha suciedad que, sin embargo, suena con una limpieza que permite apreciar hasta el último detalle; es como si en todo momento hubiera realmente pocos instrumentos, bien repartidos. Hace un uso del espacio sonoro verdaderamente magistral. Muy pocos discos que yo haya oído, sin ser discos experimentales o instrumentales en sí mismos, me resultan tan creativos en este sentido.
Respecto a las voces, la combinación de los cantantes, y los coros que se hacen, que a veces juegan al extremo agudo y grave a la vez… también me parece muy notable.
Respecto al ritmo, tanto utiliza ritmos normales y hasta aburridos como compases atrevidos; y la percusión muchas veces no sé ni qué instrumento es. Pero funciona.
Respecto a la estética… ¿cómo se puede hacer esa mezcla y que al final todo encaje, todo sea el mismo grupo haciendo un disco sólido y coherente, pero cada canción sea una sorpresa? ¿Cómo puede ser todo obra de un grupo de la escena grunge pero que parece haber hecho un musical, una ópera rock? Y, sin embargo, pese a todas esas incursiones, y el barroco aquí y el blues allá, en ningún momento suena afectado, no están intentando ser originales, no están llamando la atención: es que son gente que sabe muy, muy, muy bien lo que hace. Domina todo eso. Y todo eso lo envuelve en esa melancolía de película de miedo, en ese romanticismo de siglos pasados.
No sé, es un disco que me dejó KO.
¿Y por qué tiene que ver con Euphoria mourning? Pues resulta que este grupo, Eleven, en gran medida es un dúo, el formado por Alain Johannes y Natasha Shneider (el baterista , Jack Irons, se fue relativamente pronto). Esta gente tuvo mucha interrelación con Red Hot Chili Peppers, y fueron de gira con Pearl Jam, Soundgarden o Queens of the stone age. Pronto tuvieron una gran reputación como productores; Chris Cornell los conocía bien, y se puso en sus manos para que produjeran aquel primer disco suyo en solitario. Así que Alain y Natasha tuvieron un papel fundamental en Euphoria mourning; son, de hecho, coautores en varios temas. Y eso explica muchas cosas. Howling book se produjo, grabó y mezcló íntegramente en el estudio de Natasha y Alain, 11AD. Con eso se dice casi todo.
Tristemente, ni el grupo ni este disco son especialmente conocidos (el disco ni siquiera tiene una entrada propia en la Wikipedia en este momento). Eleven grabaron 6 discos de estudio. Natasha muró de cáncer en 2008, así que desgraciadamente no habrá más discos. Pero todo eso no impide que Howling book sea un disco redondo (y no necesariamente el único) hecho por unos músicos con un talento verdaderamente increíble.