Ayer, como soy un tanto idiota, me puse a correr 10 kilómetros. Y como soy un tanto disciplinado, lo conseguí. Si te preguntas cuánto tardé, pues una hora justa. Eso viene a ser el doble de lento que los atletas de élite. Cuando corren una maratón. Bueno, al parecer estoy en la media que hacen los corredores normales. Cuando corren una maratón.
El caso es que para hacer más llevadera esa hora fui escuchando un podcast que me gusta mucho: Aquí estamos, de Ignasi Taltavull y Adri Romeo. Lo tienes en muchos sitios: en Youtube, en Twitter, en Podtail (que es donde yo lo suelo escuchar) y bueno, en muchas otras plataformas. Creo que Adri ejerce sobre todo de monologuista de stand up, e Ignasi, además de hacer y haber hecho diversos programas de humor, ejerce, que yo sepa, de guionista, director y supongo que todo lo que tenga que ver con elaborar programas de radio, televisión o similares.
Resumiendo, es un programa en el que dos tipos inteligentes y con enorme talento, con mucho músculo para la improvisación, hablan de sus cosas, dicen muchas chorradas y, a veces, cuando se les escapa, cosas tremendamente trascendentes. Y a raíz de lo que hablaban sobre el asunto de Shakira y Bizarrap y Piqué, y dando vueltas a la cabeza, pensé, cómo no, en el tema recurrente de la música mala y la música buena.
No tengo respuesta, obviamente, pero se me ocurrieron un par de ángulos que voy a dejar apuntados aquí.
Uno es que parte del problema que tenemos al hablar de estas cosas (y de casi todas) es la confusión con la nomenclatura. Que se suma a que, además de llamar con la misma palabra a cosas distintas, esas cosas distintas tampoco es que se puedan separar mucho.
Hay quien piensa que Shakira es una estrella de la música. Y eso nos resulta engañoso. Me parece que es porque la música es un invento que tiene muchos usos. Y lo que diferencia a unos de otros es el propósito. Hay música que se elabora industrialmente, y su fin es lo que podríamos llamar (y cualquier palabra va a traer sus propias ambigüedades) entretenimiento. Shakira es una estrella del entretenimiento, y usa la música como ingrediente. Dudo que las aportaciones estrictamente musicales de Shakira se estudien algún día en las escuelas de música, más allá de como meros ejemplos de la aplicación de algunas técnicas que aplican sus compositores o arreglistas o ingenieros de sonido.
Otra gente usa la música con un propósito que podríamos llamar artístico. Y ahí entran en juego otros factores; el arte no es arte relevante si no es sincero, si no nace de una cierta necesidad de expresión. No es que esta distinción resuelva un problema que es muy complejo, pero me parece que es un punto de partida inevitable. El waka waka es muy respetable, induce sentimientos o estados de ánimo en la gente, es música y no es pecado disfrutarlo. Pero no nace de una necesidad de expresión de nadie; es un trabajo.
Hay otros usos de la música. Hay música que se elabora para servir de fondo a una película, por ejemplo. Es cierto que esta música a veces llega a tener entidad por sí misma, y mucha gente escucha bandas sonoras. Un compositor por encargo siempre intentará expresar algo de lo que siente. Ya digo que no es fácil separar unas cosas de otras.
Aparte de dar vueltas a esta distinción entre arte y entretenimiento (y otros), y pensando en esto de la sinceridad y de la propia voz, también estuve pensando en tanta gente que canta raro. Que busca maneras de significarse, de distinguirse, de llamar la atención; como el canto gutural de Shakira. Creo que eso tampoco nace de una necesidad artística; esa no es la voz de Shakira. No es así como habla con nadie, no puede ser así como se habla a sí misma cuando piensa.
Llegué a pensar que si habla así es, paradójicamente, no tanto porque esa manera extraña de cantar sea única, sino (quizás sin saberlo) porque es imitable. Esas voces estrafalarias son fáciles de reconocer y también de imitar. Si Shakira cantara siempre con absoluta sinceridad, con la voz que le sale del alma, sería una voz más humana, más normal, y sería más difícil de imitar, porque de mano sería más parecida a todas las demás; la diferencia sería más de matices. En este caso, la sinceridad va en contra de la imagen de marca.
Bueno, a la vez también es muy posible que esos gorgoritos le salgan del alma, que su gusto personal sea ese. No lo sé. Pero una hora corriendo da para pensar mucho, seguramente demasiado.
Y, francamente, tampoco hace falta. Con 5 kilómetros habría sido de sobra, y hoy caminaría con más facilidad.