Consultoría

17 17Europe/Madrid abril 17Europe/Madrid 2024

El otro día, una persona brillante que conozco definió perfectamente lo que es la consultoría. Seguro que esto se ha dicho antes, muchas veces. Pero no le quita un ápice de precisión, y fue espontáneo.

La consultoría es pagar a alguien para que te diga lo que ya sabes.

Y unos segundos después añadió:

Bueno, o lo que quieres oír. Hay las dos modalidades.

Dibujar en tableta

31 31Europe/Madrid marzo 31Europe/Madrid 2024

Últimamente me dio por probar si era factible dibujar en una tableta. Sé que la gente de iPad hace verdaderas virguerías, y que hay tabletas específicas para esto (Wacom es una marca típica), pero ¿es factible dibujar en otra tableta normal?

Pues sorprendentemente sí. Estas son mis impresiones.

Mi tableta es una Chuwi (toma ya). Una tableta relativamente barata, pero con Windows. Salvo las peleas para encender, que nunca nos ponemos de acuerdo, estoy satisfecho con ella.

¿Con qué software, libre si puede ser? Pues la respuesta es sencilla: Krita. Es lo que hay. Aparte de eso hay software seguramente maravilloso (Clip Studio, sobre todo) y no especialmente caro, pero Krita es bastante razonable.

¿El lápiz? Pues aquí está mi sorpresa: con el lápiz que viene con la tableta, sea de la marca que sea, es suficiente. Por supuesto que hay cosas mejores, pero lo cierto es que para alguien que nunca había dibujado con esto, resulta mucho más natural de lo que esperaba. Llevaba muchísimos años sin dibujar nada, y la verdad es que he retomado el gusto de repente y con bastante facilidad.

¿Cuáles son las dificultades? Sobre todo dos. Una, que la superficie de la tableta resbala, y el papel no; esa es la peor adaptación que uno tiene que hacer, sin duda. Las tabletas buenas para esto tienen superficies de más fricción, pero en la mía esto resulta muy diferente al papel.

La segunda es que al apoyar la mano, siendo la pantalla táctil, puedes provocar falsos contactos y dibujar rayas o cualquier otra cosa con la palma o el canto de la mano. El no poder apoyar la mano, combinado con el hecho de que el lápiz resbale, es lo que más dificulta las cosas.

¿Cómo mitigar esto? Pues en mi caso la solución ha pasado por separar la mano de la tableta con algo que no haga contacto. Dicen que hay guantes específicos, pero yo he ido a lo sencillo: un posavasos de corcho. No es una panacea, porque también resbala algo a su vez, pero se apaña uno bastante bien. A veces, incluso se puede aprovechar en beneficio propio el hecho de que resbale. Habrá mil cosas que se puedan usar (y mejores que el corcho).

Pues eso. Si tienes una tableta mínimamente decente, puedes probar. Si ya quieres algo más serio, puedes ir a una tableta «aparte» (tipo Wacom Intuos), que tiene su propio período de adaptación (porque dibujas en la mesa pero lo ves en el monitor) o a una tableta específica de pantalla táctil para dibujar, más cara.

Erabaki aldaketa

27 27Europe/Madrid febrero 27Europe/Madrid 2024

Se han llenado las redes de chanzas y de insultos contra Ayuso y las NNGG del PP porque dicen que el cartel de la campaña de Bildu (en el que sale Pello Otxandiano) para las elecciones vascas demuestra que Bildu es ETA. El lema es «erabaki aldaketa», que he leído que viene a ser «decidir el cambio».

El cartel es este:

Pues eso, las redes y los medios se han llenado de gente explicándole a Ayuso y a NNGG que muchas palabras vascas acaban en -eta, y que «eta» es también el equivalente a la conjunción «y», y haciendo bromas con Anoeta y con chancleta y con peseta y cosas así.

Se podrían decir infinidad de cosas sobre la derecha española, con el historial (y, sobre todo, el presente) que tiene, pidiendo que se ilegalice un partido por ese cartel, incluso si manifiesta simpatías con unos asesinos (la paja en el ojo ajeno). Pero dejemos eso aparte y vayamos a lo concreto.

Entre todos esos que explican con su sapiencia la gramática del euskera no he visto a nadie (y esperaba verlo) que explique mínimamente qué es esa grafía de la «e», que no viene a cuento, resulta difícil de leer y no la entiendo (y, vamos, que no es una E). Y tampoco (y esto casi nadie lo menciona) por qué las tres letras de ETA están unidas gráficamente, que no parece que venga a cuento tampoco.

Tampoco entiendo por qué las «A» de arriba tienen una grafía y las de abajo otra (salvo esa última «A» traída por los pelos y que parece tener «sombrero» por un lado y no por el otro). «Alda» al parecer significa, por sí misma, «cambiar». Pero aquí estoy elucubrando yo. No parece que haya ningún diseñador gráfico en la sala… o no se le oye.

A falta de una explicación (que de verdad que me gustaría) a mí me parece que sí, que ese «ETA» es una provocación que electoralmente les viene bien (a los hechos me remito: ese cartel lo ha visto no solo todo el país vasco, sino toda España) o un guiño a gente con ciertas simpatías.

Y si es ganas de tocar las narices, pues se asume y ya está, pero nos ahorramos llamar idiota a Ayuso por una razón errónea, que hay miles válidas (aparte de que ser tonta no es su principal defecto, ni mucho menos, y quien crea que necesita explicaciones sobre la gramática vasca sí que está quedando como un tonto).

Disco redondo: Howling book, de Eleven

24 24Europe/Madrid febrero 24Europe/Madrid 2024

Periódicamente vengo dejando aquí mis discos redondos. Ya he insistido alguna vez en que eso no es simplemente un disco que me guste (que hay muchos), ni que esté bien hecho. Es un disco que tiene una coherencia especial, a la vez que resulta novedoso o peculiar. Bueno, ya lo intenté explicar aunque no sé si lo conseguí.

En esa lista hace poco añadí Euphoria mourning, y dije que tirando de ese hilo salen otros enganchados. Ya dejé entrever Grace, de Jeff Buckley. Pero ahora quiero apuntar otro: Howling book, del grupo Eleven.

Para empezar, Howling book viene a ser un libro de los aullidos. Y la portada refleja una luna llena, un libro, un mundo no se sabe si de licántropos o de literatura fantástica.

Y el primer tema, Show me something, de repente hace a uno pensar si no está escuchando un disco de Robin Thicke. Pero por enmedio hay voces inquietantes, de muñecas asesinas que cobran vida, pero todo ello dentro de una línea muy elegante y muy funky y muy cool, pero… Lo sé, son descripciones pésimas y con un pero detrás de otro. No sé cómo hacerlo. Sea como fuere ¿son estos un grupo de música de baile?

No; el segundo tema, Flow like a river, empieza con una guitarra sucísima que parece que estén tocando ZZ Top. Y la voz que arranca es la de una chica, pero no pretende cantar como una chica; mete un twang tan terrible, y le pone tanta actitud, que revienta el coolómetro. Además, vuelve a intervenir el tipo también.

¿Entonces esto va de blues sureño? No; el tercer tema es Simple kiss, y te descoloca, porque es una balada con guitarra, una canción prácticamente de cantautor pero con una percusión hecha con un instrumento que no sé qué es (¿un tipo chasqueando la lengua?) Una absoluta belleza de canción, con coros, con una progresión armónica que cuenta la historia por sí misma, hable de lo que hable.

A estas alturas ya no sé qué es este disco, y sin embargo no me parece incoherente. La cuarta es You’re my diamond, vuelve la guitarra sucia, un ritmo lento y machacón, otra sobredosis de blues. Y la quinta… ay, la quinta.

La quinta es Kill me no more. Más allá de que algo esté bien hecho o no, hay canciones que te tocan y ya está. Y esta me rompe. Vuelve a ser la vocalista, con su voz andrógina, y esta es una canción que podría firmar perfectamente Camilo Sesto, o cualquier cantante romántico de esa época, pero con guitarras (suuuuucias) metaleras y una atmósfera de ópera rock, de musical (¿has visto cómo empieza Rocky Horror Picture Show? Pues eso). Me parece un himno, una canción tremenda, la he oído mil veces y me sigue cautivando. Y sí, es hortera y romántica y sentimental. Pues eso.

Sé que no es interesante hacer una enumeración, que no es buena idea. Pero es que la sexta, Now is the word, vuelve a cambiar, a ser un canto desganado y machacón, pero con un compás peculiar: una especie de 4+2, con toda la suciedad (a veces cantan como por megáfono).

Y la séptima es… Howling book. Un canto fúnebre sobre el piano que parece la banda sonora de una película de Murnau, si las películas de Murnau hubieran tenido banda sonora. Otra armonía llena de dirección, no previsible pero nada extravagante, como música clásica, con órgano… A estas alturas ya debería esperarme cualquier cosa, y mira, pues no. No sé qué esperar.

Dije que no era bueno hacer una enumeración, y casi la he hecho pero me gustaría parar. Three voices es prácticamente un contrapunto barroco en el que todo es reconocible pero casi nunca sabes qué viene a continuación. Hidden… Bueno, eso, que no quiero reventar el disco entero.

Si tuviera que definir Howling book no sabría muy bien qué decir, pero sí diría que es un disco lleno de coherencia, a pesar de todo. No es un chorro de canciones puestas ahí a lo loco.

Yendo más al detalle, en primer lugar, respecto al sonido diría que tiene una producción increíble. Está lleno de sonidos, de timbres, de detalles, de matices; y, sin embargo, no hay un exceso de información. Cada cosa está donde debe, se la oye y significa algo. No es una cuestión de sofisticación ni de electrónica; es un disco con muchos sonidos distorsionados, feos; pero no está saturado. Es un disco con mucha suciedad que, sin embargo, suena con una limpieza que permite apreciar hasta el último detalle; es como si en todo momento hubiera realmente pocos instrumentos, bien repartidos. Hace un uso del espacio sonoro verdaderamente magistral. Muy pocos discos que yo haya oído, sin ser discos experimentales o instrumentales en sí mismos, me resultan tan creativos en este sentido.

Respecto a las voces, la combinación de los cantantes, y los coros que se hacen, que a veces juegan al extremo agudo y grave a la vez… también me parece muy notable.

Respecto al ritmo, tanto utiliza ritmos normales y hasta aburridos como compases atrevidos; y la percusión muchas veces no sé ni qué instrumento es. Pero funciona.

Respecto a la estética… ¿cómo se puede hacer esa mezcla y que al final todo encaje, todo sea el mismo grupo haciendo un disco sólido y coherente, pero cada canción sea una sorpresa? ¿Cómo puede ser todo obra de un grupo de la escena grunge pero que parece haber hecho un musical, una ópera rock? Y, sin embargo, pese a todas esas incursiones, y el barroco aquí y el blues allá, en ningún momento suena afectado, no están intentando ser originales, no están llamando la atención: es que son gente que sabe muy, muy, muy bien lo que hace. Domina todo eso. Y todo eso lo envuelve en esa melancolía de película de miedo, en ese romanticismo de siglos pasados.

No sé, es un disco que me dejó KO.

¿Y por qué tiene que ver con Euphoria mourning? Pues resulta que este grupo, Eleven, en gran medida es un dúo, el formado por Alain Johannes y Natasha Shneider (el baterista , Jack Irons, se fue relativamente pronto). Esta gente tuvo mucha interrelación con Red Hot Chili Peppers, y fueron de gira con Pearl Jam, Soundgarden o Queens of the stone age. Pronto tuvieron una gran reputación como productores; Chris Cornell los conocía bien, y se puso en sus manos para que produjeran aquel primer disco suyo en solitario. Así que Alain y Natasha tuvieron un papel fundamental en Euphoria mourning; son, de hecho, coautores en varios temas. Y eso explica muchas cosas. Howling book se produjo, grabó y mezcló íntegramente en el estudio de Natasha y Alain, 11AD. Con eso se dice casi todo.

Tristemente, ni el grupo ni este disco son especialmente conocidos (el disco ni siquiera tiene una entrada propia en la Wikipedia en este momento). Eleven grabaron 6 discos de estudio. Natasha muró de cáncer en 2008, así que desgraciadamente no habrá más discos. Pero todo eso no impide que Howling book sea un disco redondo (y no necesariamente el único) hecho por unos músicos con un talento verdaderamente increíble.

Disco redondo: Euphoria mourning

26 26Europe/Madrid enero 26Europe/Madrid 2024

Antes de hablar de este disco, voy a hacer un prólogo con otra historia.

En 1994, el cantautor Jeff Buckley grabó un disco titulado Grace. Aparentemente, este disco no tuvo un gran éxito entonces, pero con el tiempo fue ganando admiración; gente importante (Jimmy Page, Robert Plant, Dylan, Bowie) dijo que le gustaba, diversas votaciones del tipo Las 500 mejores canciones de la historia lo fueron incluyendo en puestos cada vez más altos… El caso es que hoy en día Jeff Buckley, aunque no muy conocido popularmente, es un cantante muy influyente y Grace un disco de culto. Un disco que seguramente merecería un artículo propio aquí, como disco redondo que es; pero no hoy.

Buckley no grabó ningún otro disco de estudio. En 1997, mientras trabajaba en su segundo disco, en Memphis, se metió a nadar en el río Mississippi y se ahogó. Quizá el paso de un remolcador y la ola que levantaba tuvieron algo que ver para que perdiera pie, pero el caso es que no se hallaron restos de drogas ni alcohol en su cuerpo, y no parecía que hubiera que pensar en un suicidio. Su compañero que estaba sentado en la orilla lo perdió de vista, y ya está. Encontraron su cuerpo unos días después. Fin del prólogo.

Me gusta desde siempre Soundgarden, y me gustó después Audioslave. Sabía que el cantante era el mismo, pero tampoco me había parado mucho sobre él aparte de oírlo como parte de esos grupos. Mucho tiempo después supe que era Chris Cornell, y que tenía algún que otro disco en solitario. Un buen día salí a correr por Vitoria (cosas que pasan) y decidí probar un disco suyo: Euphoria mourning, o Euphoria morning, que de las dos maneras se llama.

Escuché el primer tema, y me pareció excelente y muy apropiado para correr. «Oye, esto promete, qué bueno». Y escuché el segundo. Y el tercero. Y el cuarto. «¿Perdona? ¿Pero qué es esto?» Un tema tras otro, me parecían buenísimos, y que además formaban un todo, marcaban un tono emocional y de etilo, a pesar de ser distintos. Y ahí lo tenemos. Un disco redondo, no tan valorado en comparación con otras cosas que hizo Cornell, pero que a mí me parece lo mejor que ha grabado (y eso es mucho decir). Aparte de que el recorrido por Vitoria fue precioso y disfruté del disco el doble, claro.

Vocalmente, es como todo lo que grabó: excelente. Os cuento un secreto a voces que siempre se nos olvida: cuando uno oye un disco, está oyendo la mejor toma del mejor día grabada por el mejor ingeniero y editada y corregida para que quede perfecta, y no se puede aspirar a cantar así, porque ni el propio artista lo consigue. Cuando Cornell canta en directo, claro, no siempre suena tan perfecto. Y además su técnica me parece bastante arriesgada para la voz; no entiendo que pudiera aguantar una gira. Pero eso no impide que sea un cantante excelso. Estas son canciones potentes, bien orquestadas; pero si lo ves cantarlas solo con una acústica, funcionan igual de bien.

Pero, aparte de por el canto, los temas en sí me parecen hermosos. Usan sucesiones de acordes un poco inesperadas, como era frecuente en las composiciones de Cornell; me da la impresión de que exploraba mucho con la guitarra, sin teoría ni ataduras, simplemente probando acordes hasta que algo le sonaba bien. Y suena bien. Y no solo vocalmente; la instrumentación, el conjunto del disco. Potente, grunge, pero a la vez con mucho sentimiento.

Este disco fue el primero que Cornell grabó en solitario, en 1999, y lo hizo entre el final de Soundgarden y la formación de Audioslave. Iba a llamarse Euphoria mourning, con «u» (duelo o luto de euforia); en el disco hay mucha melancolía, Soundgarden acababa de separarse, Cornell tenía problemas en su matrimonio, estaba bebiendo mucho y lidiando con la depresión. El título era (creo yo) estupendo, pero a Cornell le entraron dudas («mourning» y «morning» se pronuncian prácticamente igual), consultó a su manager y este se inclinó por «morning» («mañana de euforia»), y así salió el disco. La decisión fue del propio Cornell, realmente, pero siempre se arrepintió de ella, y cuando salió una edición en vinilo cambió el título y puso «el bueno».

Al parecer, y aquí enlazamos con el prólogo, Cornell declaró alguna vez que el tema Wave goodbye (vendría a ser «decir adiós con la mano»), y el propio disco, están dedicados a Jeff Buckley, que era un gran amigo suyo. La verdad es que encaja, porque el tono del disco es el de alguien que lamenta pérdidas, desde un recuerdo positivo, no desde la pura desesperación. Hay resignación, hay dolor, pero el fondo me parece que es recoger las cenizas y mirar al futuro, a qué se puede hacer a partir de ahora. El título (el «bueno») me parece perfecto.

El propio Cornell murió en 2017, tras ahorcarse en el baño de un hotel. Oficialmente no se encontraron drogas en su cuerpo; solo medicamentos prescritos por un médico y en la dosis prevista. Lo cual nos lleva a una espinosa distinción, porque le encontraron un sedante (Butalbital), un ansiolítico (lorazepam), un descongestivo nasal (pseudoefedrina), cafeína (de pastillas, no de café), y naloxona, un antagonista de los opioides que al parecer le administraron los médicos de emergencias (si yo me tomo todo eso no encuentran ni mi cadáver, exploto como una granada). La viuda declaró que cuando habló con él poco antes de su muerte estaba raro, y culpó a su médico de negligencia; que es imposible que Cornell se suicidase salvo porque los medicamentos que le prescribió, de forma supuestamente negligente, le llevaron a un estado que le alteró el comportamiento y el juicio de manera que se vio arrastrado a comportamientos impulsivos que no pudo controlar (que es un posible efecto secundario del ansiolítico que tomaba). Aparentemente, antes del suicidio Cornell estaba feliz e ilusionado con proyectos de futuro, sin ningún signo de peligro. Denunció al médico, que negó cualquier negligencia, y acabaron llegando a un acuerdo.

Cornell siempre había tenido problemas con las drogas y con la salud mental. Alguna vez contó que a los 12 años todos andaban vendiendo o tomando drogas de fácil acceso. Andy Wood, del grupo Mother Love Bone, fue compañero suyo de habitación; murió de sobredosis de heroína en 1990, cortando la trayectoria de un grupo muy prometedor. Cuando se rompió Soundgarden, Cornell fue a rehabilitación por su dependencia del alcohol y las drogas, y consiguió superarla. Un año antes de morir se lesionó un hombro, y le prescribieron un analgésico muy peligroso para los adictos, con lo que recayó. Según su viuda tomó veintipico pastillas en 7 días, y 33 en otros 9 días; hablaba despacio, mostraba signos de confusión…

El caso es que Chris Cornell se murió, pero dejó grabados discos como este. Me parece redondo. Y ya ves que lleva colgando otros de los que se podría hablar; el de Buckley y algún otro del que espero hablar también. Pero si no conoces ninguno, te propongo que oigas, sin ninguna prisa ni más finalidad que el disfrute, Grace; y luego, con idéntica actitud, Euphoria mourning. La música tiene que funcionar por sí sola, y si no, no vale; pero el contexto también puede ser un ingrediente, ya que está ahí.

La mejor persona

15 15Europe/Madrid enero 15Europe/Madrid 2024

En la entrada anterior, un anónimo que no era tal me hizo una recomendación: «La mejor persona», de Xavi Puig. Y como de algunos criterios me fío, busqué el libro (en una biblioteca pública) y me lo leí en un pispás. Lo terminé hace un par de días.

Me resulta problemático comentar obras de ficción, porque me parece que cualquier cosa que diga se las estropea a los demás. Y, si algo me gusta, también temo generar expectativas y que, cuando otra persona lea/escuche/vea lo mismo, piense «pues no era para tanto», cuando quizás sí le habría gustado si yo no hubiera dicho nada. Pero en fin, algunas cosas sí puedo decir.

La primera, que ya sabía yo a quién hacía caso. Sí que lo he devorado, sí que me envolvió. Es un ejercicio psicológico muy hábil, y lleno de experiencias compartidas (a la debida distancia, claro está).

La segunda: este tipo sabe escribir. Sabe escribir muy bien. Como decía Emilio, no es un libro de humor. Pero sí que hay un humor involuntario por parte de los personajes; como la vida misma, vamos.

Es un libro que saca a colación muchas cosas, y muchas de ellas las deja abiertas. También como la vida misma.

Total, que hablamos de un escritor que consigue armar una historia de manera indirecta y retratar muchas cosas de nosotros mismos, metiéndote en la mente de alguien con quien no tienes tantas cosas en común (pero sí), que resulta entretenido, que describe todo muy bien, pero sin adjetivos ni palabrería superflua, sin grasa de ningún tipo. Eres un espectador ajeno a la trama, muy ajeno al personaje, pero a la vez eres espectador desde una primera persona totalmente introspectiva, inmersiva, que parece que está hablando en tu cabeza.

A mí me parece un maestro, la verdad. Muy, muy hábil.

Gracias, Emilio. Hacía mucho que no disfrutaba tanto con un libro (pese al mal cuerpo que le queda a uno a veces…)

Los libros de 2023

9 09Europe/Madrid enero 09Europe/Madrid 2024

Aunque sea un poco tarde, hay tiempo para dejar aquí los libros que leí en 2023. Y sigo leyendo enormes cantidades, pero pocos libros. De hecho, igual que el año pasado, solo recuerdo dos:

Payasos y perros (Urko Vázquez)
El sonido de Sinatra: Sesiones de grabación con La Voz (1939-1994) (Charles L. Granata)

El primero me lo compré, sin más. Vi a un monologuista hacer un chiste, husmeé, vi que tenía un libro, me interesó, y me lo leí. No me decepcionó, estuvo entretenido. Se nota que es un guionista, que sabe escribir, que tiene ideas. Y que eso no siempre significa que tengas clarísimo el libro que vas a escribir, o que tengas que escribir una novela; en el libro hay vivencias, mucho autorretrato del cómico hoy en día (que no deja de ser interesante), destellos brillantes y demostraciones de oficio. También reacciones o personajes poco pulidos, o un rumbo que no siempre parece sólido. Ah, y hay faltas de ortografía (alguna bien dolorosa) o palabras usadas sin saber bien qué significan (¡más de una vez!), lo que demuestra que el oficio de revisor no vive sus mejores días y que los guionistas tampoco son siempre maestros del lenguaje.

El segundo me lo prestó mi amigo Txomi pensando que me gustaría, y acertó. Es muy, muy interesante ver cómo grababa sus discos Sinatra. Prácticamente todos ellos (¡decenas!) los grabó, en gran medida, con orquesta y en directo, no a base de cortapega; y esos músicos recibían los arreglos ¡en la misma sesión! Llegar, tocar un arreglo escrito para la ocasión, y volverse a casa. Y sonar así. Casi todos los discos de Sinatra se grabaron, como norma general, en tres tardes; cuatro eran una excepción. Es una auténtica animalada, impensable hoy en día, y dice mucho de los instrumentistas, los arreglistas (Alex Stordahl, Nelson Riddle, Neil Hefti, Gordon Jenkins, Quincy Jones…) y los ingenieros de sonido de la época, auténticos maestros. Además, se cubre toda la evolución de la tecnología de grabación; desde grabar en discos hasta la llegada de la cinta o la grabación digital, la evolución de los micrófonos, el uso de cámaras de eco… Muy, muy interesante.

El libro tiene algunos fallos. El autor, Charles L. Granata, bebe los vientos por Sinatra, y en ocasiones se le va la olla un poco. Por ejemplo, el autor dice que Sinatra vio cómo en la orquesta de Tommy Dorsey los músicos utilizaban respiración circular, y en determinado pasaje, aludiendo a las largas frases del cantante, se pregunta si quizás estaba aplicando esa técnica… Creo que no sabe de lo que habla; la respiración circular se puede usar con un instrumento (soplando), pero no con la voz (emitiendo). O cuando describe como algo muy importante o característico que un cantante haga cambios a la melodía aquí y allí (los cantantes de jazz lo hacen de forma cotidiana). La traducción tiene algún que otro fleco por ahí; el peor, quizás, cuando habla de Carol Kaye como «un bajista que era amigo de» nosequién. Carol Kaye es una mujer, una bajista de sesión legendaria y con una carrera increíble, no digo como mujer bajista, sino en términos absolutos, que seguramente tendría una biografía musical más extensa e interesante que la del mismo Sinatra. Pero el traductor asumió que debía ser un hombre, porque ni siquiera le picó la duda de confirmarlo, ¡incluso llamándose Carol! Con todo, quede claro que la traducción no es un mal trabajo, todo lo contrario; es un oficio importante y difícil que respeto mucho (por eso me fijo, entre otras cosas) y esto lo menciono más que nada como síntoma de que inconscientemente seguimos dando por supuestas ciertas cosas.

La ópera

20 20Europe/Madrid diciembre 20Europe/Madrid 2023

El otro día, de manera totalmente imprevista, acabé viendo una representación de La traviata. Sí, cosas que pasan. Aparte de lo que quepa comentar sobre aquella representación en particular, el caso es que me dio que pensar sobre otros asuntos.

Voy a decir las burradas juntas, con toda la osadía que da -seguramente- la ignorancia. La traviata es un espectáculo sublime, como lo son todas las óperas. Y, sin perjuicio de ello, y aquí vienen las burradas, el libreto es una medianía. La ópera, en realidad, es un producto de masas.

En muchas óperas, la historia no es más que un novelón. Una telenovela, un culebrón resumido. La traviata lo es. Quizás haya influido el montaje concreto que yo he visto, no lo sé; pero me da la impresión de que no. La historia es la que es. Un dramón, en el que los personajes y sus reacciones pueden resultar épicos y memorables en algunos momentos, y en otros momentos son ridículos porque están al servicio del efectismo, del conflicto ramplón.

Es disculpable, por supuesto. No deja de ser un entretenimiento, que pretendía conmover a un perfil de público concreto de una sociedad concreta. Hoy en día tenemos ejemplos mucho peores de material creado para consumo de masas.

Y aquí aparece una contradicción. ¿La ópera, consumo de masas? ¿La ópera, que es el paradigma del elitismo cultural?

Pues sí; ahí está la reflexión. Mientras veía la obra, no podía dejar de pensar en el coste que podía tener aquello. Una orquesta, un coro, un cuerpo de baile (acrobático, incluso) y un elenco de cantantes; un equipo técnico descomunal. Cada una de esas cosas, por sí solas, hoy en día es casi inviable económicamente. La ópera es un espectáculo costosísimo. Y, eso sí; el oficio de todas esas personas, cada una de las cuales se ha preparado durísimamente durante años para ser excelente en su disciplina, hace que el resultado, incluso para el montaje más pobre, sea de un nivel artístico estratosférico.

Pero su público no tiene por qué ser estratosférico, aunque su poder adquisitivo lo sea y aunque ellos mismos crean que son gigantes intelectuales. (Un día, una persona me dijo que me apreciaba, incluso me respetaba, «desde la igualdad intelectual»; estuve a punto de soltarle que estaba más arriba que yo en muchos sentidos pero que ni estábamos, ni habíamos estado nunca, en «igualdad intelectual», pero yo sí tengo cierto pudor y además esta gente se ofende con facilidad).

Al fin y al cabo, quien ha venido financiando las grandes obras de arte, los mecenas, eran simplemente gente rica. Eclesiásticos, terratenientes, nobles, empresarios, guerreros. Es cierto que, sobre todo en otras épocas, la gente rica podía estar expuesta a ciertos objetos culturales o tener cierta formación, mientras que la gente pobre simplemente sobrevivía en el analfabetismo. Pero eso no significa que los ricos fueran especialmente inteligentes o especialmente sofisticados. Un obispo que encarga a un escultor que ponga una estatua suya en una catedral no es más que un tipo con un gran ego, que quiere perdurar; y eso es algo primitivo y mundano, nada elevado. Luego, si el escultor es un maestro barroco, y además le pone intención, quizás pueda, más allá del oficio y de sacar al obispo bien delgado y guapo para que esté contento, darle una vuelta de tuerca a ese marco tan mezquino, jugar con un doble significado o hacer realmente arte perdurable.

El arte creado por la chusma es, frecuentemente, mucho más inteligente, mucho más vanguardista y mucho más logrado que el arte promovido por el poder. Hoy en día puedes comparar tú mismo los monólogos de humoristas de cierto contexto y los de otro.

Así que las historias que cuenta la ópera, realmente, no tienen por qué ser literatura excelsa; son entretenimiento para gente que, con o sin dinero, y por mucho que los idealicemos, no dejan de ser masa. Eso sí; los materiales, los acabados, la factura de la ópera están en los estándares más altos, como no podía ser de otra manera.

No se me escapa que intervienen más cosas aquí. Como digo, puede que aspectos del montaje me hayan distraído de lo importante. Puede que a mí me falte saber ver la ópera. Puede que me falten referencias o no esté aplicando la mentalidad adecuada; yo había ido a la ópera antes, y escuchado o visto otras, pero no soy un gran aficionado. Aun con todo eso, no se puede negar que hay elementos que parecen estar ahí metidos a calzador por puro exotismo o entretenimiento (los toreros, los carnavales, las gitanas); que las reacciones de los personajes son muchas veces incomprensibles o absurdas. A mí se me puede despellejar a fondo como espectador, pero no olvidemos una cosa: en su estreno (ante su público real, en el contexto social original) La traviata no tuvo éxito y al parecer el público se tomó el final con cachondeo, y no con tragedia. Seguramente haya algo de papanatismo en la reverencia con la que se trata ahora, o simplemente la música se haya sobrepuesto a los defectos de forma.

Hablando del montaje, yo voy a estos espectáculos con la mente abierta. Vi La vida es sueño en Almagro con Blanca Portillo haciendo de protagonista, y me pareció perfecto. Pero modernizar o romper no implica acertar. Este montaje se presenta con una obsesión por vender el personaje como una feminista empoderada, y… yo no lo veo por ninguna parte. Proyectan en los entreactos el lema sempre libera, y ciertamente está en el libreto, pero yo no he visto que la ópera vaya de eso. Proyectan al final una frase de George Sand («El mundo me conocerá y entenderá algún día; y si eso no sucede, no importará demasiado, porque habré abierto el camino para otras mujeres») y uno se pregunta a santo de qué.

En la escenografía interviene un grupo de acróbatas que hace un trabajo excelso, pero es un desperdicio. En ciertos momentos hacen toda una representación vertical paralela, caminando por la pared colgados de cuerdas; mientras, abajo, el tenor y la soprano dirimen sus conflictos. No sé a qué viene lo que hacen los acróbatas; distrae y no tiene nada que ver con lo que está pasando abajo. Los bailes del coro, con movimientos repetitivos de lo más tonto, tampoco me parece que tengan mucho sentido. En fin, el vestuario es muy bueno, y los participantes hacen un trabajazo, pero uno se pregunta qué significa. Es como si uno dijera «tengo medios técnicos para poner el suelo vertical y luego hacer a gente pasear por él y copular encima de una mesa de billar, así que lo voy a hacer». Sí, pero… ¿pa qué?

Ahí los tienes, todos colgaos

Pero bueno, Verdi siempre es Verdi, una orquesta sinfónica es algo de otro mundo, cuando el coro brama te caes de la silla, impresiona ver a un cantante haciéndose oír en un teatro sin amplificación, y aquello merece la pena verlo de todos modos.

Inteligencia artificial (II)

22 22Europe/Madrid noviembre 22Europe/Madrid 2023

Hace poco que escribí aquí sobre inteligencia artificial. Como decía allí, las redes neuronales son, en última instancia, algo muy sencillo: cosas que hacen operaciones matemáticas básicas.

Eso sigue siendo verdad. Por supuesto, hacer que un software avanzado funcione bien es muy trabajoso y nuy meritorio, pero lo que hay detrás (muy en el fondo) sigue siendo elemental; tanto como lo son las interacciones químicas de las que estamos hechos.

Sin embargo, hay otras cosas que están cambiando a un ritmo altísimo. Y que dan que pensar.

Me parece, y ya lo he comentado más veces, que estamos asistiendo al «fin del mundo tal como lo conocemos». Creo que producir música como trabajo, o escribir relatos, o crear imágenes, es algo que va a desaparecer. No, claro está, la parte creativa o «personal» de ello, pero sí el «trabajo». Si simplemente quieres una melodía, la máquina ya puede hacerlo.

Es mucho peor: los textos también, como es sabido. La máquina ya puede hace resúmenes, elaborar información, traducir, aconsejar. Me temo que veremos desaparecer muchos, muchos trabajos que estamos dando por supuestos. Y está ahí todo el viejo dilema sobre qué es la inteligencia: como comenté en el otro artículo, los primeros intentos toscos de simular inteligencia se basaban precisamente en simular la conversación (Eliza), y una máquina que conversa puede ser indistinguible de una máquina inteligente, tanto como lo somos nosotros mismos. Pero hoy iba a otra cosa.

He leído que se está utilizando inteligencia artificial, a la manera de ChatGPT, para predicciones meteorológicas, y que funciona muy bien; que es competitiva con los modelos tradicionales y emplea menos recursos.

Simular la atmósfera es una tarea titánica; la atmósfera es MUY grande, y cualquier modelo tiene que manejar cantidades ingentes de datos. Por otra parte, alimentar una red neuronal no es tarea fácil; y hay mucha incertidumbre, porque la cosa puede salir bien o mal. Pero veo posible que salga bien. Veo posible que funcione; veo posible que ese bicho, bien entrenado, acierte los pronósticos, y haga innecesario todo ese enorme trabajo de desarrollo de modelos matemáticos.

Y esto nos lleva a otra faceta perversa de la IA basada en estas técnicas. Hacer un modelo de la atmósfera, o de un sistema biológico, o de otro fenómeno físico, es muy costoso, pero implica realizar una descripción matemática de ese sistema. Implica descubrir, o aplicar, leyes matemáticas que rigen ese sistema. Implica conocer, entender, emitir teorías sobre cómo funciona la naturaleza. Realizar una simulación tradicional no aporta solo los resultados; aporta un conocimiento. Implica por una parte descubrir y relacionar causas y efectos; e incluso si no se identifican todos, y se recurre a la estadística, el conocimiento estadístico es conocimiento, plenamente válido.

Entrenar una red neuronal genera un conocimiento, sí: el de cómo entrenarla, y poco más. Es un conocimiento basado en los resultados que se buscan. Se preparan datos, se preprocesan, se alimentan y luego se ve el resultado y si hemos llegado donde queríamos. Lo que pasa dentro de la red neuronal no tiene ningún significado para nosotros. No hay lógica, no hay deducción, no hay modelo. Si conseguimos predecir el tiempo con un modelo matemático bien ajustado, tenemos un cierto conocimiento de la dinámica atmosférica; si conseguimos predecir el tiempo con una red neuronal bien ajustada, pues funciona y ya está.

De alguna manera, esto nos lleva simplemente a confiar en la máquina. No ya a los usuarios, sino incluso a quienes la desarrollan. La máquina sabe, y acierta. ¿Por qué? Ah, amigo; no sabemos por qué acierta. Simplemente acierta. Es un oráculo y nosotros somos poco más que unos siervos.

Si esta técnica se revela útil, podemos volvernos científicamente perezosos. ¿Qué aliciente económico, empresarial, hay en conocer, si no hace falta el conocimiento? Conocer hace falta por curiosidad, y también como medio para conseguir un fin económico o práctico; pero si el fin económico o práctico se puede conseguir sin averiguar porqués, no harán falta muchos investigadores. Solo harán falta buenos entrenadores de redes neuronales. Buenos informáticos y buenas técnicas de recolección de grandes cantidades de datos. Los porqués pasan a segundo plano. Y si los porqués no interesan, el intelecto humano hace poca falta, y se atrofia (el colectivo, al menos).

Hay muchos elementos preocupantes en el uso de la informática, y en particular de la inteligencia artificial. Pero creo que se presta poca atención a esta faceta particular, y en el estado actual de cosas todo esto se ha vuelto mucho más importante. No se trata solo de que hayan desaparecido ya hace mucho los vendedores de enciclopedias. Ni de que puedan desaparecer ahora muchos otros oficios, hasta el punto de que la sociedad cambie de manera cualitativa (no creo que haya más empleo en el futuro, sino muchísimo menos, y realmente no sé a qué nos vamos a dedicar las personas en la sociedad del mañana). Creo que puede desaparecer, en cierto grado, la generación de ciertos tipos de conocimiento. Y me parece de lo más relevante.

Gaza

28 28Europe/Madrid octubre 28Europe/Madrid 2023

Desde el primer momento en el que supe del ataque de Hamas el pasado día 7, pensé esto.

En Israel hay un gobierno de ultraderecha (no sé si alguna vez ha habido otro) que, además, está metido en diversas luchas políticas, entre ellas una desde enero de 2023 para hacerse con el control del sistema judicial, cosa que hasta ahora la contestación interna había contenido a duras penas.

Con ese ataque, ese gobierno iba a tener carta blanca para actuar y podría llevar la atención a otro sitio y aglutinar a todo el país detrás. El que no se aviniera a ello, sería un traidor y un terrorista.

Israel iba a arrasar Gaza; «arrasar» literalmente, dejarla rasa, convertirla en un solar. Iba a matar a todos los palestinos que se encontrara, y a echar al resto, quizás a Egipto, o a amontonarlos más aún. Iba sencillamente a quedarse con todo el territorio, asfaltar encima de las ruinas y de los cadáveres que hubiera debajo, y sobre esa explanada construir viviendas o lo que le pareciese.

Hemos visto a un ministro llamar «animales humanos» a los palestinos; para ellos nunca han sido personas, y ahora simplemente tienen carta blanca para decirlo, como indiqué al principio.

Iba a ser una limpieza étnica mucho menos disimulada que la de los Balcanes. No hecha en aldeas más o menos escondidas, sino a escala industrial a la vista de todos. Lamentablemente, hasta ahora se han ajustado a mi sombrío guion. Están matando con bombas, y de inanición, y de sed. De todas las formas eficientes y rastreras que se les ocurren. Me temo que, al final, acierte, mientras se desvía la atención a cuestiones ridículas sobre la culpabilidad de las propias víctimas civiles.

Ya dije alguna vez que hay dilemas que son sencillos porque se pueden aislar. La política migratoria es muy complicada, pero cuando un barco se encuentra una lancha con 100 personas a la deriva en alta mar, en ese preciso momento, solo hay dos opciones; salvarlos o dejarlos morir allí abandonados. Es un poco como aquel test CEF.

Pues esto que está ocurriendo en Gaza se puede aislar bastante de todo lo demás. Porque hace a todo lo demás irrelevante.

Y es un genocidio delante de nuestros ojos.