Archive for the ‘Arte’ Category

Dibujar en tableta

31 31Europe/Madrid marzo 31Europe/Madrid 2024

Últimamente me dio por probar si era factible dibujar en una tableta. Sé que la gente de iPad hace verdaderas virguerías, y que hay tabletas específicas para esto (Wacom es una marca típica), pero ¿es factible dibujar en otra tableta normal?

Pues sorprendentemente sí. Estas son mis impresiones.

Mi tableta es una Chuwi (toma ya). Una tableta relativamente barata, pero con Windows. Salvo las peleas para encender, que nunca nos ponemos de acuerdo, estoy satisfecho con ella.

¿Con qué software, libre si puede ser? Pues la respuesta es sencilla: Krita. Es lo que hay. Aparte de eso hay software seguramente maravilloso (Clip Studio, sobre todo) y no especialmente caro, pero Krita es bastante razonable.

¿El lápiz? Pues aquí está mi sorpresa: con el lápiz que viene con la tableta, sea de la marca que sea, es suficiente. Por supuesto que hay cosas mejores, pero lo cierto es que para alguien que nunca había dibujado con esto, resulta mucho más natural de lo que esperaba. Llevaba muchísimos años sin dibujar nada, y la verdad es que he retomado el gusto de repente y con bastante facilidad.

¿Cuáles son las dificultades? Sobre todo dos. Una, que la superficie de la tableta resbala, y el papel no; esa es la peor adaptación que uno tiene que hacer, sin duda. Las tabletas buenas para esto tienen superficies de más fricción, pero en la mía esto resulta muy diferente al papel.

La segunda es que al apoyar la mano, siendo la pantalla táctil, puedes provocar falsos contactos y dibujar rayas o cualquier otra cosa con la palma o el canto de la mano. El no poder apoyar la mano, combinado con el hecho de que el lápiz resbale, es lo que más dificulta las cosas.

¿Cómo mitigar esto? Pues en mi caso la solución ha pasado por separar la mano de la tableta con algo que no haga contacto. Dicen que hay guantes específicos, pero yo he ido a lo sencillo: un posavasos de corcho. No es una panacea, porque también resbala algo a su vez, pero se apaña uno bastante bien. A veces, incluso se puede aprovechar en beneficio propio el hecho de que resbale. Habrá mil cosas que se puedan usar (y mejores que el corcho).

Pues eso. Si tienes una tableta mínimamente decente, puedes probar. Si ya quieres algo más serio, puedes ir a una tableta «aparte» (tipo Wacom Intuos), que tiene su propio período de adaptación (porque dibujas en la mesa pero lo ves en el monitor) o a una tableta específica de pantalla táctil para dibujar, más cara.

La mejor persona

15 15Europe/Madrid enero 15Europe/Madrid 2024

En la entrada anterior, un anónimo que no era tal me hizo una recomendación: «La mejor persona», de Xavi Puig. Y como de algunos criterios me fío, busqué el libro (en una biblioteca pública) y me lo leí en un pispás. Lo terminé hace un par de días.

Me resulta problemático comentar obras de ficción, porque me parece que cualquier cosa que diga se las estropea a los demás. Y, si algo me gusta, también temo generar expectativas y que, cuando otra persona lea/escuche/vea lo mismo, piense «pues no era para tanto», cuando quizás sí le habría gustado si yo no hubiera dicho nada. Pero en fin, algunas cosas sí puedo decir.

La primera, que ya sabía yo a quién hacía caso. Sí que lo he devorado, sí que me envolvió. Es un ejercicio psicológico muy hábil, y lleno de experiencias compartidas (a la debida distancia, claro está).

La segunda: este tipo sabe escribir. Sabe escribir muy bien. Como decía Emilio, no es un libro de humor. Pero sí que hay un humor involuntario por parte de los personajes; como la vida misma, vamos.

Es un libro que saca a colación muchas cosas, y muchas de ellas las deja abiertas. También como la vida misma.

Total, que hablamos de un escritor que consigue armar una historia de manera indirecta y retratar muchas cosas de nosotros mismos, metiéndote en la mente de alguien con quien no tienes tantas cosas en común (pero sí), que resulta entretenido, que describe todo muy bien, pero sin adjetivos ni palabrería superflua, sin grasa de ningún tipo. Eres un espectador ajeno a la trama, muy ajeno al personaje, pero a la vez eres espectador desde una primera persona totalmente introspectiva, inmersiva, que parece que está hablando en tu cabeza.

A mí me parece un maestro, la verdad. Muy, muy hábil.

Gracias, Emilio. Hacía mucho que no disfrutaba tanto con un libro (pese al mal cuerpo que le queda a uno a veces…)

La ópera

20 20Europe/Madrid diciembre 20Europe/Madrid 2023

El otro día, de manera totalmente imprevista, acabé viendo una representación de La traviata. Sí, cosas que pasan. Aparte de lo que quepa comentar sobre aquella representación en particular, el caso es que me dio que pensar sobre otros asuntos.

Voy a decir las burradas juntas, con toda la osadía que da -seguramente- la ignorancia. La traviata es un espectáculo sublime, como lo son todas las óperas. Y, sin perjuicio de ello, y aquí vienen las burradas, el libreto es una medianía. La ópera, en realidad, es un producto de masas.

En muchas óperas, la historia no es más que un novelón. Una telenovela, un culebrón resumido. La traviata lo es. Quizás haya influido el montaje concreto que yo he visto, no lo sé; pero me da la impresión de que no. La historia es la que es. Un dramón, en el que los personajes y sus reacciones pueden resultar épicos y memorables en algunos momentos, y en otros momentos son ridículos porque están al servicio del efectismo, del conflicto ramplón.

Es disculpable, por supuesto. No deja de ser un entretenimiento, que pretendía conmover a un perfil de público concreto de una sociedad concreta. Hoy en día tenemos ejemplos mucho peores de material creado para consumo de masas.

Y aquí aparece una contradicción. ¿La ópera, consumo de masas? ¿La ópera, que es el paradigma del elitismo cultural?

Pues sí; ahí está la reflexión. Mientras veía la obra, no podía dejar de pensar en el coste que podía tener aquello. Una orquesta, un coro, un cuerpo de baile (acrobático, incluso) y un elenco de cantantes; un equipo técnico descomunal. Cada una de esas cosas, por sí solas, hoy en día es casi inviable económicamente. La ópera es un espectáculo costosísimo. Y, eso sí; el oficio de todas esas personas, cada una de las cuales se ha preparado durísimamente durante años para ser excelente en su disciplina, hace que el resultado, incluso para el montaje más pobre, sea de un nivel artístico estratosférico.

Pero su público no tiene por qué ser estratosférico, aunque su poder adquisitivo lo sea y aunque ellos mismos crean que son gigantes intelectuales. (Un día, una persona me dijo que me apreciaba, incluso me respetaba, «desde la igualdad intelectual»; estuve a punto de soltarle que estaba más arriba que yo en muchos sentidos pero que ni estábamos, ni habíamos estado nunca, en «igualdad intelectual», pero yo sí tengo cierto pudor y además esta gente se ofende con facilidad).

Al fin y al cabo, quien ha venido financiando las grandes obras de arte, los mecenas, eran simplemente gente rica. Eclesiásticos, terratenientes, nobles, empresarios, guerreros. Es cierto que, sobre todo en otras épocas, la gente rica podía estar expuesta a ciertos objetos culturales o tener cierta formación, mientras que la gente pobre simplemente sobrevivía en el analfabetismo. Pero eso no significa que los ricos fueran especialmente inteligentes o especialmente sofisticados. Un obispo que encarga a un escultor que ponga una estatua suya en una catedral no es más que un tipo con un gran ego, que quiere perdurar; y eso es algo primitivo y mundano, nada elevado. Luego, si el escultor es un maestro barroco, y además le pone intención, quizás pueda, más allá del oficio y de sacar al obispo bien delgado y guapo para que esté contento, darle una vuelta de tuerca a ese marco tan mezquino, jugar con un doble significado o hacer realmente arte perdurable.

El arte creado por la chusma es, frecuentemente, mucho más inteligente, mucho más vanguardista y mucho más logrado que el arte promovido por el poder. Hoy en día puedes comparar tú mismo los monólogos de humoristas de cierto contexto y los de otro.

Así que las historias que cuenta la ópera, realmente, no tienen por qué ser literatura excelsa; son entretenimiento para gente que, con o sin dinero, y por mucho que los idealicemos, no dejan de ser masa. Eso sí; los materiales, los acabados, la factura de la ópera están en los estándares más altos, como no podía ser de otra manera.

No se me escapa que intervienen más cosas aquí. Como digo, puede que aspectos del montaje me hayan distraído de lo importante. Puede que a mí me falte saber ver la ópera. Puede que me falten referencias o no esté aplicando la mentalidad adecuada; yo había ido a la ópera antes, y escuchado o visto otras, pero no soy un gran aficionado. Aun con todo eso, no se puede negar que hay elementos que parecen estar ahí metidos a calzador por puro exotismo o entretenimiento (los toreros, los carnavales, las gitanas); que las reacciones de los personajes son muchas veces incomprensibles o absurdas. A mí se me puede despellejar a fondo como espectador, pero no olvidemos una cosa: en su estreno (ante su público real, en el contexto social original) La traviata no tuvo éxito y al parecer el público se tomó el final con cachondeo, y no con tragedia. Seguramente haya algo de papanatismo en la reverencia con la que se trata ahora, o simplemente la música se haya sobrepuesto a los defectos de forma.

Hablando del montaje, yo voy a estos espectáculos con la mente abierta. Vi La vida es sueño en Almagro con Blanca Portillo haciendo de protagonista, y me pareció perfecto. Pero modernizar o romper no implica acertar. Este montaje se presenta con una obsesión por vender el personaje como una feminista empoderada, y… yo no lo veo por ninguna parte. Proyectan en los entreactos el lema sempre libera, y ciertamente está en el libreto, pero yo no he visto que la ópera vaya de eso. Proyectan al final una frase de George Sand («El mundo me conocerá y entenderá algún día; y si eso no sucede, no importará demasiado, porque habré abierto el camino para otras mujeres») y uno se pregunta a santo de qué.

En la escenografía interviene un grupo de acróbatas que hace un trabajo excelso, pero es un desperdicio. En ciertos momentos hacen toda una representación vertical paralela, caminando por la pared colgados de cuerdas; mientras, abajo, el tenor y la soprano dirimen sus conflictos. No sé a qué viene lo que hacen los acróbatas; distrae y no tiene nada que ver con lo que está pasando abajo. Los bailes del coro, con movimientos repetitivos de lo más tonto, tampoco me parece que tengan mucho sentido. En fin, el vestuario es muy bueno, y los participantes hacen un trabajazo, pero uno se pregunta qué significa. Es como si uno dijera «tengo medios técnicos para poner el suelo vertical y luego hacer a gente pasear por él y copular encima de una mesa de billar, así que lo voy a hacer». Sí, pero… ¿pa qué?

Ahí los tienes, todos colgaos

Pero bueno, Verdi siempre es Verdi, una orquesta sinfónica es algo de otro mundo, cuando el coro brama te caes de la silla, impresiona ver a un cantante haciéndose oír en un teatro sin amplificación, y aquello merece la pena verlo de todos modos.

Navega, un disco redondo

26 26Europe/Madrid May 26Europe/Madrid 2023

En este artículo hay tres partes. La primera es el resumen, y el resto tampoco es que haga falta. La segunda es una introducción personal, que al fin y al cabo soy yo el que escribe. Y la tercera entra en detalles del disco.

La primera. Hablando de discos redondos, cosa que ya he hecho aquí varias veces, anteayer encontré uno que me lo parece, y es Navega, de Jorge Fandermole. Si te apetece escucharlo con los oídos abiertos, pues quizás encuentres en él algo de lo que encontré yo. Y en resumen, eso sería lo importante: que hable el disco y veas si lo que cuenta te interesa o no.

La segunda.

El martes pasado iba yo a clase de combo, con mi guitarra a cuestas. Suelo ir andando, cosa que me lleva 30 ó 35 minutos. Y suelo aprovechar para oír música. Y estoy convirtiendo en costumbre que en ese viaje (media hora parriba, y media hora pabajo) escuche música argentina. Y este martes me dio por oír algo de Jorge Fandermole.

Voy a ir más atrás. En 2017, en el XIV Seminario de improvisación de Siero (un curso que dura una semana, y al que he asistido muchas veces) tuve la enorme suerte de tener como profesora de canto a una cantante argentina llamada Laura Corallini. Tengo para siempre muchos recuerdos: entre ellos el de cantarle, cara a cara, mirándola a los ojos, A foggy day. Nunca había hecho algo parecido. También me ofreció compartir su mate, y tuve el privilegio de llevarla al aeropuerto una noche a las cinco de la mañana. Después de aquello le escribí para que me aconsejara qué música argentina escuchar (porque ahí hay un mundo que yo apenas había explorado). Entre otros, me habló de Aca Seca, los escuché y me encantaron. Y uno de los integrantes es un músico absolutamente excepcional llamado Juan Quintero.

Un buen día ví este vídeo de de Juan Quintero, que dio un recital en España, él solo con una guitarra; uno de estos recitales íntimos en los que el público interviene. Él pregunta qué quieren que toque, alguien dice «la oración del remanso», y el tipo dice «mmmmmm no me la sé muy bien, esa; si alguien la sabe, la podemos cantar». Y una chica dice «yo me la sé». Y entonces pasa esto de este enlace. Te aconsejo que lo disfrutes, porque merece la pena.

Por supuesto, tuve que dejar a un lado por un momento a Juan Quintero y ver qué canción era esa, y de quién (y, claro, buscar también a Ine Maguire). Y esa canción es, efectivamente, de Jorge Fandermole (y muy famosa, por cierto; hay muchas versiones).

En algún momento escuché algún disco de Fandermole, en el coche, sin prestar demasiada atención; y me gustó, claro. Me pareció una música amable, bonita, como puede ser la de Jorge Drexler (un tipo al que respeto bastante). Y ahí quedó.

Pues bajando de la clase de combo dije «voy a oír algo de Fandermole». Y elegí un disco totalmente al azar, y puse también el orden de canciones (dentro del disco) al azar. Y en la primera canción digo: «Espera, pero ¿qué es esto?» Sí, era lo que podríamos denominar pop de cantautor, pero había un gusto, un cuidado, unos detalles, que iban bastante más allá de lo que yo recordaba.

Suena la segunda canción al azar, y es, precisamente, La oración del remanso. De todos los discos y todos los temas posibles, fui a dar con esta.

Y luego otra, y luego otra… y en todas encuentro detalles sorprendentes. Una tras otra.

Y aquí empieza la tercera parte.

Bueno, en realidad está casi todo dicho. Navega me parece un disco redondo. Tiene la coherencia de los discos redondos; todas las canciones son iguales, pero todas diferentes. Es un disco muy cuidado, con letras escritas al milímetro, y con músicos que saben muy bien lo que hacen. Hay violines, hay acordeones, hay voces femeninas y masculinas, hay voces masculinas haciendo falsete, hay coros, hay melodías dobladas entre voz e instrumento. Hay ritmos lentos y rápidos, compases de 5/4, de 3/4, otros que ni se sabe lo que son (e incluso se bromea con ello, como en La torcida). Hay un bajista desbocado. Hay armonías muy peculiares, incluso complejas. Sin duda, hay folklore; hay zamba, hay chacarera. Y todo eso lo ha orquestado un tipo increíblemente sensible, que no se esconde por serlo.

Aun con esos ingredientes, no es un disco de folklore. No es un disco de jazz. No es un disco de salsa. Pero está hecho por gente que habla fluidamente todos los idiomas musicales, y sin que suene pretencioso ni artificial ni forzado. No todo el mundo puede componer, ni arreglar, ni tocar, un disco como este. Pero no es elitista, es muy natural, muy fácil de oír; de hecho, esa facilidad puede hacer que nos pasen desapercibidos los detalles, lo complejo que es (como me pasó a mí inicialmente, por lo que parece). Es un disco que merece la pena escuchar con calma y atención, de manera que lo percibamos todo. Tuve la suerte de que mis auriculares baratos sonaban particularmente bien en este caso, y que bajaba por la noche con poco tráfico.

Y además de lo puramente sonoro, están las historias. Además de la Oración del remanso (no sé si hay muchas canciones comparables que hablen del trabajo diario y heroico de la gente humilde), está La mirada, esa historia de amor entre un músico y alguien que baila en el público (o eso cree el músico, al menos):

En los pliegues del aire hay un camino que nadie ve,
que trae la luz furtiva de tus pupilas mirándome
y lleva en mi humilde zamba arena blanda para tus pies.

Sí, el disco es sensible, llámalo cursi si quieres, pero si oyes que alguien manda por el aire «arena blanda para tus pies», y esas palabras sencillas no te sacuden un poco, es que estás hecho de granito del negro.

Y es un disco que reivindica el arte, y el sentido que todas esas cosas «inútiles» dan a nuestra vida; somos seres finitos y condenados a desaparecer, y muchos además pasan por este mundo sufriendo y preguntándose si el viaje en esas condiciones merece la pena, y la mejor respuesta, la mejor rebeldía, es cantar (o tocar o pintar o escribir o cualquier otra cosa que se le parezca, se haga «bien» o «mal») como si nada de eso importase. Dice en La torcida:

La torcida no es tan difícil de cantar bajo esta luz; más difícil es vivir de pie en esta tierra y andar.

O en ese otro himno, tan conocido quizás como la Oración del remanso, que es Canto versos:

Canto, canto; tan débil soy que cantar es mi mano alzada y fuerte.
Canto, canto; no sé más qué hacer en esta tierra incendiada
sino cantar.

Todo lo que puedo decir es que estoy agradecido al azar y también haber podido tirar del hilo que me enseñó Laura Corallini para encontrarme esto.

Ha muerto Víctor Luque

8 08Europe/Madrid marzo 08Europe/Madrid 2023

Hace ya muchos años, en Bañugues, un amigo me dijo que tocaba Víctor Luque en Luanco. Y que merecía la pena verlo (era amigo de su familia, creo).

Fui. Y me pareció alucinante. Nunca había visto tocar la guitarra así. Eso fue antes de Youtube; incluso después, su estilo y su técnica eran únicos, pero entonces no digamos. Era absolutamente increíble.

Después de eso lo vi unas cuantas veces más (una de ellas en una especie de coctelería en la calle Matemático Pedrayes, cuyo nombre ya no recuerdo).

Al parecer Víctor Luque murió ayer. Durante mucho tiempo, fue sin duda el guitarrista más impresionante que había visto en persona (no había visto a nadie tocar la guitarra solo de esa manera). Luego conocí otros guitarristas, pero siempre va a tener un sitio en mi biografía.

Antonio Serrano

1 01Europe/Madrid febrero 01Europe/Madrid 2022

El otro día fui a ver a Antonio Serrano, acompañado por Albert Sanz (p), Toño de Miguel (b) y Stephen Keogh (d). Ya dije alguna vez que cuando oí La extraña pareja tocada por Federico Lechner y el propio Serrano me quedé con la boca abierta. Y el otro día me pasó eso que me pasa en los conciertos que me gustan: que se me pone una sonrisa idiota (debajo de la mascarilla en este caso) y no se me quita.

Vaya tropa.

Lo de Serrano es difícil de creer si no lo estás viendo. Vale que Nadal acaba de ganar en Australia, pero por comparación, Antonio Serrano debería ser conocido en toda España, y a nivel mundial. No sé si hay muchos armonicistas vivos mejores que él; todo el mundo tiene en mente a Toots Thielemans, que desgraciadamente ha muerto. Mucha gente sabe lo bien que toca la armónica Stevie Wonder. Y muchos admiramos a los grandes bluesmen que la tocan o la tocaron también, y hace muchos años que me rendí incondicionalmente a Sonny Boy Williamson o a Junior Wells. Pero lo de este tipo es otra cosa.

Un tío mío me regaló una vez una armónica cromática, y llegué a tocar algunas cosas. Desgraciadamente, ya no puedo. Pero la toqué el tiempo suficiente como para saber que lo que hace Serrano con la armónica no se puede hacer. Cuando oí La extraña pareja no estaba seguro de que aquello fuera una armónica; pensaba si sería una melódica o alguna otra cosa, porque no me parecía posible tocar con aquella precisión y aquel timbre. También me preguntaba si quizás doblaría algunas notas en estudio, porque el tío estaba tocando acordes… «Bueno, sí, supongo que, por poder, se pueden tocar varias notas a la vez, pero…» Sí, sí que toca varias notas a la vez. Y eso no es lo peor ni mucho menos.

Me resulta imposible de creer, incluso viéndolo, que Serrano sea capaz de tocar con esa limpieza, con ese timbre, con esa amplitud de registro. Es prácticamente imposible sacar ese partido a ese instrumento. Solo por eso me quitaría el sombrero. Pero, encima, ni siquiera eso es lo más impresionante.

Si Serrano, en vez de tocar la armónica, cantara, o tarareara, o tocara cualquier otra cosa, estaría igual de rendido ante su musicalidad, su lenguaje, su arte. Lo más impresionante de Antonio Serrano no es cómo toca la armónica (y eso ya es decir, hablando de prácticamente el mejor del mundo); es la música que lleva dentro. Lo más impresionante no es Antonio Serrano como armonicista, sino Antonio Serrano como músico.

Pues el otro día el concierto era un homenaje a Toots Thielemans, y tocó blues, toco dixie, tocó Barrio Sésamo, tocó standards, obviamente tocó Bluesette… Un par de veces hizo una señal a sus compañeros y se quedaron él y Albert Sanz a dúo, y aquello fue impresionante. Las líneas melódicas, el gusto, la variedad de recursos, la intensidad, los agudos imposibles… Todo salió de aquella armónica.

Antonio Serrano no es un armonicista de blues (que no sería poca cosa). No es solo un armonicista de jazz (lo cual ya abarca un terreno mucho, mucho más amplio). Este tipo toca flamenco (pero flamenco al nivel de tocar flamenco con Paco de Lucía). O tango. Bueno, creo que toca todo lo que le ponen por delante. Pero no de cualquier manera; no es como Rocío Jurado cantando Feelings o como si Bertín Osborne se pone a cantar New York, New York. Toca con seriedad, con respeto, con solvencia y con las miles de horas previas que hacen falta para hacerlo dignamente.

Además, habla de forma muy solvente, explica, se comunica con claridad y con fluidez. Y si el típico raro del público le pide un tema (la Malagueña) es capaz de explicar «No solemos aceptar peticiones, pero bueno, voy a tocar la Malagueña un poco a mi manera, si es que me acuerdo, porque esto yo lo tocaba cuando tenía 13 años…» (y la enlaza con el C Jam Blues). Es capaz de lidiar luego con ese señor que se pone en el teatro a soltar el rollo y contar su vida (hasta que la gente lo sujeta un poco).

En fin, un gigante y encima encantador. Suele ocurrir así.

Pero bueno, no llega al nivel de Rosalía.

Albert Sanz, como dije, me pareció otra fiera (a quien ya había visto tocar con Peter Bernstein). El resto de la sección rítmica estuvo más a ayudar que a lucirse, claro. El que menos me llamó la atención fue Keogh, aunque no sabría decir por qué. Pero bueno, el caso es que fue un concierto memorable.

Los libros de 2020

10 10Europe/Madrid enero 10Europe/Madrid 2021

Aunque sea con retraso, cumplamos la tradición. Por una parte, se podría decir que, lastimosamente, solo leí un libro y medio en 2020:

La máquina de follar (Charles Bukowski)
El tiempo amarillo (Fernando Fernán Gómez)

El tiempo amarillo es el que no he terminado todavía. Y es que primero me parecía apasionante, luego me empezó a aburrir un poco… Es bueno, es recomendable, pero me cansé, qué se le va a hacer. En La máquina de follar hay relatos verdaderamente crudos, diría que inquietantes, y algunos pueden impresionar a un lector incauto; pero creo que son cosas que hay que escribir también.

Sin embargo, en 2020 pasó otra cosa. Un sobrino me prestó varios cómics en papel. Y además, durante el confinamiento, hubo diversas iniciativas para facilitar contenidos gratis. Algunas de las que me encontré fueron de comics. Y entonces retomé una curiosidad antigua sobre esa opción de los comics digitales, que nunca me había inspirado mucha confianza. Y el caso es que me lancé, hasta el punto de haberme hecho una colección tremenda y haberme comprado una tableta para leerlos. Así que además de satisfacer mi curiosidad y llegar a la conclusión de que sí, aunque no sea lo mismo se pueden leer cómics digitales, igual que pasa con los libros, que tampoco es lo mismo… retomé mi antigua pasión por los cómics, y leí todo esto (seguramente algo más):

PostalMatt Hawkins
Esclavos del trabajoDaria Bogdanska
Vampire State BuildingAnge Renault,Patrick Renault,Charlie Adlard
Lo que más me gusta son los monstruos – Libro primeroEmil Ferris
Crepúsculo en Sunshine CityWill Eisner
Cold spotsCullen Bunn,Mark Torres
NimonaNoelle Stevenson
Mouse Guard – FallDavid Petersen
La avenida DropsieWill Eisner
Afán de vidaWill Eisner
El faroPaco Roca
Una primavera en ChernobilEmmanuel Lepage
VoyeursGabrielle Bell
Contrato con DiosWill Eisner
EllasFréderic Boilet
Creo en FrankieMike Carey,Sonny Liew
Bagdad Inc.Stephen Desberg,Thomas Legrain
Incredible!Zabus & Hippolyte
The gigantic beard that was evilStephen Collins
En las montañas de la locuraH.P.Lovecraft,I.N.J. Culbard
ConcretePaul Chadwick
El tiempo amarilloFernando Fernán-Gómez
La máquina de follarCharles Bukowski
ForteManon Heuguel,Kim Consigny
BeneficioKrzysztof Gawronkiewicz,Michal Kalicki
In vitroWilliam Roy
Bone parishCullen Bunn
Escorias (Low lifes)Brian Buccellato,Alexis Senteniac
Una posibilidad entre milCristina Durán,Miguel A. Giner Bou
Peter PankMax
Acordes y desacuerdosRégis Hautière,Antonio Lapone
Magasin généralRégis Loisel,Jean-Louis Tripp,François Lapierre
Muñequita de papáDebbie Drechsler
El azul es un color cálidoJulie Maroh
El arte de volarKim,Altarriba
El complejo del chimpancéRichard Marazano,Jean-Michel Ponzio
Miles en ParísSalva Rubio,Sagar Fornies
Los melones de la iraBastien Vivès
The dreamerLora Iness
Zot!Scott McCloud
EllosSempé
EllasSempé
Peter PanRégis Loisel
SandmanNeil Gaiman
Pollo con ciruelasMarjane Satrapi
La cámara indiscretaMilo Manara
El clicMilo Manara
Lecturas a domicilioVarios
Lady SJean Van Hamme,Philippe Aymond
Johan y PirluitPeyo
Inspector Moroni (releído)Guy Delisle
Crónicas de JerusalénGuy Delisle
Giant daysJohn Allison,Lisa Treiman,Max Sarin
FablesBill Willingham
La ascensión del gran malDavid B
Pagando por elloChester Brown
Black holeCharles Burns
AdolfOsamu Tezuka
A girl walks home alone at night
VacacionesNicoby
Una chica DiorAnnie Goetzinger
Stitches – una infancia muda (releído)David Small
NadieJeff Lemire
Maldita tesisTiphaine Rivière
El crimen que tú cometisteZidrou,Philippe Bertet
DiskettesNicolás Peruzzo,Gabriel Serra
Historia de una rata malaBryan Talbot
El buscón en las indiasAlain Ayroles, Juanjo Guarnido
BlacksadJuan Díaz Canales,Juanjo Guarnido
Joe Shuster – Una historia a la sombra de SupermanJulian Voloj,Thomas Campi
El tesoro del cisne negroPaco Roca,Guillermo Corral
Blankets (releído)Craig Thompson

Hay muchas, muchas cosas recomendables ahí; podría escribir muchísimo sobre ello. Pero a bote pronto me impresionaron Blacksad y El buscón en las indias (leí ambos en papel). Y me gustó mucho Magasin général.

Aquí vengo escribiendo a veces sobre cómics, y me reafirmo: algunas de las obras narrativas más bonitas que conozco son cómics. Es una lástima que el mundo se esté perdiendo el talento que hay, desde hace ya muchos años, dedicado a contar historias mediante dibujos.

Ratones

26 26Europe/Madrid febrero 26Europe/Madrid 2020

El otro día vi en Verne un artículo sobre una foto de Sam Rowley que ganó el premio del público de los Wildlife Photographer of the Year. Son dos ratones en una estación de metro de Londres, peleándose como boxeadores. La reproduzco aquí porque entiendo que es lícito bajo la licencia con la que se publican las fotos de NHM.

Inciden mucho en cómo consiguió Rowley fotografiar cómo funciona la vida salvaje en entornos urbanos. Y cómo estamos conectados con la naturaleza sin saberlo, y demás.

Pero yo en la foto veo otras cosas antes que eso.

Veo dos animales pequeñitos en un entorno tan absolutamente fuera de su comprensión que asusta. Hay tecnología para haber creado un mundo, inmenso, bajo tierra. Para haber forrado las paredes de cemento, para haber creado luz de la nada, para haber puesto unos aparatos metálicos inmensos que recorren distancias enormes. En el metro de Londres hay tecnología que hace solo un par de siglos habría sido pura brujería para los seres humanos; maravillas que exceden absolutamente lo que un ratón puede siquiera intuir. Están en el medio de algo que les es ajeno y no pueden apenas empezar a percibir. Solo en el pavimento del suelo que pisan con sus patitas hay miles de años de ciencia y técnica condensados.

La foto es muy buena porque refleja precisamente esto. Los ratones están relativamente enfocados. Pero hay un universo desenfocado y lejano, y otros artilugios más cercanos que son nítidos pero siguen estando fuera del mundo de los ratones, casi mirándolos desde arriba.

Y en medio de ese universo, ¿qué hacen los ratones? ¿Levantar la vista? ¿Observar atónitos? ¿Intentar entender mínimamente eso que les rodea?

No; se pelean con sus ridículos puñitos por una migaja.

Dos ratones minúsculos, solitarios, observados por un mundo que les excede en todas las dimensiones posibles, dedican sus energías a pegarse por un trocito de basura.

Si eso no es el ser humano, no sé qué otra cosa puede ser.

Y sí, luego está eso que dicen de ver animalitos viviendo en la ciudad. Pero me parece una lectura muy literal y muy poco interesante frente a la fuerza de esa imagen.

¿Y tú?

27 27Europe/Madrid septiembre 27Europe/Madrid 2016

A poco que te muevas por cualquier red social, y sobre todo si tienes amigos mínimamente artistas, habrás visto infinidad de variantes de una reivindicación muy justa: que se valore y se respete el trabajo de un artista.

Habrás visto compartir mil veces argumentos y artículos en defensa de los músicos, explicando cómo se tiene que valorar su trabajo, y no tener la desfachatez de intentar que toquen gratis «a cambio de exposición». Como este, por ejemplo. O este. O este. En este de Dave Goldberg el enfoque es diferente; se ofrecen razonamientos mucho más sólidos, no ya desde el punto de vista del músico, sino del del propietario de un local.

Los fotógrafos también han reclamado esto: que no es lo mismo una foto de un aficionado que de un profesional. En ese artículo hacen algunas comparaciones un poco dudosas, pero en fin, la idea se capta.

Los diseñadores y los artistas visuales tienen también mucha tradición reivindicando el valor de su trabajo. Por ejemplo, esto, o esto.

Bueno, y no digamos de los autores. Ahí la reivindicación no parte solo de la gente humilde que necesita ganarse el pan; llega hasta los multimillonarios.

En fin, claro que comparto esas apreciaciones, y defiendo esos mismos argumentos. En el caso de los derechos de autor tengo muchas objeciones, al mismo tiempo. Y el caso de los músicos daría para un artículo entero. Pero en fin. Que sí, que vale.

Ahora bien…

Músico que reclamas respeto para tu trabajo: pagas gustosamente una pasta loca por un iMac o un iPhone, pero ¿tienes todo tu software en regla? ¿Está registrada y pagada tu copia de Finale, o del Reaper? El Finale cuesta 600$, que no es exorbitante si es tu herramienta de trabajo (una buena guitarra cuesta mucho más, y seguro que tienes más de una). El Reaper cuesta entre 60$ y 250$.

Diseñador que afeas su conducta a quienes no distinguen un trabajo profesional del dibujo de un cuñado, fotógrafo que detalla por qué las fotos de aficionado son tan malas: para tu boda, ¿vas a contratar a músicos profesionales, o vas a poner un DJ por cuatro duros?

Comerciante que echa pestes de las grandes superficies y su máquina de triturar al pequeño comercio: cuando tú vas a comprar algo de lo que no vendes, ¿de verdad lo pagas más caro gustosamente en la tienda de la esquina, o lo compras en el súper?

Ojo, esto no son argumentos ad hominem. Si dices que hay que respetar el trabajo de un músico, y luego toda la música que has oído en la vida la has copiado de amigos, o todo tu software es pirata, eso no te quita un ápice de razón respecto a tus argumentos originales. Y si puedes contestar orgulloso que sí, que predicas con el ejemplo y lo tienes todo en regla de manera modélica, tampoco te da más razón de la que tenías antes de decirlo. No se trata de eso. Es solo una reflexiónque nos puede ayudar a entender la situación.

Argumentos taurinos (II)

24 24Europe/Madrid May 24Europe/Madrid 2016

No dejan de sorprenderme. Y estos días, como están revolucionados, más todavía, porque me los encuentro por todas partes.

En El Mundo, dice un tipo: No al Toro [de La Vega], sí a la corrida.

Como no tienen argumentos dignos de tal nombre, ahora la estrategia del avestruz es desmarcarse, distinguirse, librarse por comparación. Se muestran sensibles, piadosos, animalistas, demostrando que en el fondo no son malos, que es que la tauromaquia es diferente, no esa barbarie que se ve por ahí.

Dice el tipo, un tal Javier Villán, que «no logra asimilar el Toro de la Vega junto al universo de la corrida y el arte de torear». No creas que va a decir nada concreto para establecer la diferencia: va a soltar la palabrería vaporosa a que nos tienen acostumbrados. Como no pueden llamar al pan pan y al vino vino, dicen cosas como estética, corpus pictórico, literario y filosófico.

Pero luego, agárrate, que entra en algo concreto, sin querer, y la cosa se vuelve bufa. Dice Javier esto:

Ni [se puede identificar el Toro de La Vega] con el fascinante juego de la muerte entre un hombre y un toro. En el Toro de la Vega el único riesgo es para el toro. No tiene posibilidad de defensa. Y eso es una cobardía individual y colectiva. El torero, en cambio, se juega la femoral que el toro busca por instinto.

Ah. Así que la diferencia es que en la plaza de toros el toro tiene ocasión, supuestamente, de matar al torero; en el toro de la Vega, no. Dice él. No sé si se da cuenta de que ya esa manera de ver el mundo, ese argumento, produce náuseas, pero de todos modos no sé de dónde se lo saca, dadas las estadísticas de supervivencia de toros y toreros.

Curiosamente, uno de los que él sí considera torturadores, un tal José Antonio Rico Ovejero, que ostenta el honor de haber matado en 2001 a uno de esos toros de la Vega, dice:

Porque no hay fiesta si no se mata al animal. El aliciente es ese: estar allí abajo. Tu [sic] solo contra él. En su terreno. Solo tu inteligencia contra su bravura. Y le ofreces al animal lo más valioso que tienes: tu vida.

El argumento de Ovejero es, otra vez, de risa. «Su terreno», dice. Echa un vistazo a cualquier vídeo de esos que algunos valientes de Tordesillas tanto se empeñan en ocultar, y dime si ese es el terreno de un toro. «Le ofreces al animal tu vida», dice. Ojevero, al animal le importáis una mierda tú, tu vida y tu supuesta inteligencia; no la quiere para nada. Solo quiere comer hierba tranquilamente. Seguro que, lo que es por él, puedes meterte tu vida donde te quepa.

Pero volviendo a Villar… ¿en qué quedamos? ¿No había una ausencia total de peligro en el Toro, y esa era la diferencia con los nobles toreros y banderilleros y picadores? Dice Ovejero que en 1993 el toro lo dejó «clínicamente muerto durante tres o cuatro minutos. Me seccionó la femoral». Según Villar lo de las femorales solo se estila en las plazas, donde no hay brutalidad ni nada.

Además de esa sandez, Villar tiene otras. Habla de los papas (¿?) y dice que los antitaurinos actuales quieren ser papas (¿?¿?) Luego dice esto contra los de la Vega:

Ante la imposible defensa de esa tauromaquia popular recurren al derecho de la tradición. La tradición no es inmutable ni sagrada

¡Exacto! Por fin estamos de acuerdo. Pero claro, entonces se vendría abajo su propio tenderete, así que añade la muletilla:

salvo aquella que define una cultura y contribuye a enaltecerla

¡Aaaaaahhh, bueno! ¡Entonces sí! Pero este hombre… ¿no se sentirá extraño escribiendo contradicciones con tanto descaro? ¿De verdad se puede engañar a sí mismo hasta ese extremo? ¿Se cree sus patrañas?

Yo sé perfectamente, y ya dije, que no todos los aficionados a la tauromaquia son brutos incultos y sádicos. Pero las cosas como son: abundan los que se hacen los cultos sin serlo, y sobre todo abundan los que… sí, me dan miedo.

Ante las manifestaciones culturales, haz una prueba. Imagínate el origen. Todo eso tan elevado, con códigos tan complejos, suele venir en realidad de algo primitivo, íntimo, casi orgánico.

La música culta sale de algo muy antiguo, muy instintivo y muy primitivo: el ritmo primero, y los cánticos después.

La danza, es evidente, sale del baile, de la expresión corporal. Muy ligada a la música, claro.

La literatura o el teatro vienen de algo también primitivo: contar historias.

La pintura y la escultura también las tenemos impresas en nuestra genética: cualquiera ha intentado garabatear en la arena, o pintar en una pared.

Ahora, pregúntate de dónde viene la tauromaquia. Cuál es la versión en bruto del toreo. Está claro: no es difícil rastrear ese instinto primario de putear a un animal, de destruir y de hacer daño. En muchos casos lo hacemos, y lo hacemos… porque podemos.  Si no lo hacemos es porque nos hemos enseñado a no hacerlo. Pero mucha gente no es así; mucha gente sigue dando patadas a las papeleras, o rompiendo los cristales si no hay nadie mirando.

Dime si no ves ese instinto aquí, por todas partes. En los gestos de desprecio, chulería, provocación, prepotencia, en el pavoneo de los taurómacos, de los jinetes.

En el abuso del donnadie venido a más, en el argumento de autoridad, en la impunidad del chulo que se cree algo.

Y en… ¿cómo calificar a toda esta gente que está alrededor de una vaca con una lanza para clavársela y ver cómo muere desangrada y aterrorizada? ¿Me vas a convencer de que les importa el sufrimiento ajeno? ¿Me vas a decir que no entiendes cómo pudo haber una guerra civil, cómo puede haber gente entre los antidisturbios que saque la porra y machaque cabezas de gente inocente, cómo podían hacer hace años autos de fe o linchamientos públicos? ¿Está esta gente muy, muy lejos de eso? ¿Necesita algo más que un uniforme, unas instrucciones, un pequeño argumento de autoridad para dejarse llevar?

No sé lo que ves tú. Yo no veo un grupo de gente disfrutando de una tradición. Veo una turba que me da miedo.

Y no, no se puede permitir que se salgan con la suya.