En este artículo hay tres partes. La primera es el resumen, y el resto tampoco es que haga falta. La segunda es una introducción personal, que al fin y al cabo soy yo el que escribe. Y la tercera entra en detalles del disco.
La primera. Hablando de discos redondos, cosa que ya he hecho aquí varias veces, anteayer encontré uno que me lo parece, y es Navega, de Jorge Fandermole. Si te apetece escucharlo con los oídos abiertos, pues quizás encuentres en él algo de lo que encontré yo. Y en resumen, eso sería lo importante: que hable el disco y veas si lo que cuenta te interesa o no.
La segunda.
El martes pasado iba yo a clase de combo, con mi guitarra a cuestas. Suelo ir andando, cosa que me lleva 30 ó 35 minutos. Y suelo aprovechar para oír música. Y estoy convirtiendo en costumbre que en ese viaje (media hora parriba, y media hora pabajo) escuche música argentina. Y este martes me dio por oír algo de Jorge Fandermole.
Voy a ir más atrás. En 2017, en el XIV Seminario de improvisación de Siero (un curso que dura una semana, y al que he asistido muchas veces) tuve la enorme suerte de tener como profesora de canto a una cantante argentina llamada Laura Corallini. Tengo para siempre muchos recuerdos: entre ellos el de cantarle, cara a cara, mirándola a los ojos, A foggy day. Nunca había hecho algo parecido. También me ofreció compartir su mate, y tuve el privilegio de llevarla al aeropuerto una noche a las cinco de la mañana. Después de aquello le escribí para que me aconsejara qué música argentina escuchar (porque ahí hay un mundo que yo apenas había explorado). Entre otros, me habló de Aca Seca, los escuché y me encantaron. Y uno de los integrantes es un músico absolutamente excepcional llamado Juan Quintero.
Un buen día ví este vídeo de de Juan Quintero, que dio un recital en España, él solo con una guitarra; uno de estos recitales íntimos en los que el público interviene. Él pregunta qué quieren que toque, alguien dice «la oración del remanso», y el tipo dice «mmmmmm no me la sé muy bien, esa; si alguien la sabe, la podemos cantar». Y una chica dice «yo me la sé». Y entonces pasa esto de este enlace. Te aconsejo que lo disfrutes, porque merece la pena.
Por supuesto, tuve que dejar a un lado por un momento a Juan Quintero y ver qué canción era esa, y de quién (y, claro, buscar también a Ine Maguire). Y esa canción es, efectivamente, de Jorge Fandermole (y muy famosa, por cierto; hay muchas versiones).
En algún momento escuché algún disco de Fandermole, en el coche, sin prestar demasiada atención; y me gustó, claro. Me pareció una música amable, bonita, como puede ser la de Jorge Drexler (un tipo al que respeto bastante). Y ahí quedó.
Pues bajando de la clase de combo dije «voy a oír algo de Fandermole». Y elegí un disco totalmente al azar, y puse también el orden de canciones (dentro del disco) al azar. Y en la primera canción digo: «Espera, pero ¿qué es esto?» Sí, era lo que podríamos denominar pop de cantautor, pero había un gusto, un cuidado, unos detalles, que iban bastante más allá de lo que yo recordaba.
Suena la segunda canción al azar, y es, precisamente, La oración del remanso. De todos los discos y todos los temas posibles, fui a dar con esta.
Y luego otra, y luego otra… y en todas encuentro detalles sorprendentes. Una tras otra.
Y aquí empieza la tercera parte.
Bueno, en realidad está casi todo dicho. Navega me parece un disco redondo. Tiene la coherencia de los discos redondos; todas las canciones son iguales, pero todas diferentes. Es un disco muy cuidado, con letras escritas al milímetro, y con músicos que saben muy bien lo que hacen. Hay violines, hay acordeones, hay voces femeninas y masculinas, hay voces masculinas haciendo falsete, hay coros, hay melodías dobladas entre voz e instrumento. Hay ritmos lentos y rápidos, compases de 5/4, de 3/4, otros que ni se sabe lo que son (e incluso se bromea con ello, como en La torcida). Hay un bajista desbocado. Hay armonías muy peculiares, incluso complejas. Sin duda, hay folklore; hay zamba, hay chacarera. Y todo eso lo ha orquestado un tipo increíblemente sensible, que no se esconde por serlo.
Aun con esos ingredientes, no es un disco de folklore. No es un disco de jazz. No es un disco de salsa. Pero está hecho por gente que habla fluidamente todos los idiomas musicales, y sin que suene pretencioso ni artificial ni forzado. No todo el mundo puede componer, ni arreglar, ni tocar, un disco como este. Pero no es elitista, es muy natural, muy fácil de oír; de hecho, esa facilidad puede hacer que nos pasen desapercibidos los detalles, lo complejo que es (como me pasó a mí inicialmente, por lo que parece). Es un disco que merece la pena escuchar con calma y atención, de manera que lo percibamos todo. Tuve la suerte de que mis auriculares baratos sonaban particularmente bien en este caso, y que bajaba por la noche con poco tráfico.
Y además de lo puramente sonoro, están las historias. Además de la Oración del remanso (no sé si hay muchas canciones comparables que hablen del trabajo diario y heroico de la gente humilde), está La mirada, esa historia de amor entre un músico y alguien que baila en el público (o eso cree el músico, al menos):
En los pliegues del aire hay un camino que nadie ve,
que trae la luz furtiva de tus pupilas mirándome
y lleva en mi humilde zamba arena blanda para tus pies.
Sí, el disco es sensible, llámalo cursi si quieres, pero si oyes que alguien manda por el aire «arena blanda para tus pies», y esas palabras sencillas no te sacuden un poco, es que estás hecho de granito del negro.
Y es un disco que reivindica el arte, y el sentido que todas esas cosas «inútiles» dan a nuestra vida; somos seres finitos y condenados a desaparecer, y muchos además pasan por este mundo sufriendo y preguntándose si el viaje en esas condiciones merece la pena, y la mejor respuesta, la mejor rebeldía, es cantar (o tocar o pintar o escribir o cualquier otra cosa que se le parezca, se haga «bien» o «mal») como si nada de eso importase. Dice en La torcida:
La torcida no es tan difícil de cantar bajo esta luz; más difícil es vivir de pie en esta tierra y andar.
O en ese otro himno, tan conocido quizás como la Oración del remanso, que es Canto versos:
Canto, canto; tan débil soy que cantar es mi mano alzada y fuerte.
Canto, canto; no sé más qué hacer en esta tierra incendiada
sino cantar.
Todo lo que puedo decir es que estoy agradecido al azar y también haber podido tirar del hilo que me enseñó Laura Corallini para encontrarme esto.