Archive for diciembre 2015

¿Pero es que nadie piensa en los niños?

29 29Europe/Madrid diciembre 29Europe/Madrid 2015

Coges a un niño. Un ser completamente indefenso y receptivo ante lo que le dicen los mayores.

Le infundes ideas religiosas, se las grabas en la mente posiblemente para el resto de su vida. Le infundes sentimientos de miedo a un dios superior, la idea de castigo, le hablas del infierno. Esto se lo enseñas también en la escuela, al lado de las matemáticas o las ciencias naturales, a través de la figura del maestro (alguien que sabe más aún que los padres) para que resulte indudable. Puede que incluso el colegio mismo sea religioso; no existen «colegios matemáticos», ni «colegios de ciencias naturales», pero sí colegios religiosos. Fíjate si los religiosos son creíbles que pueden enseñar todo lo demás, pero lo contrario no ocurre nunca.

Le cuentas que hay unos reyes que vienen de Oriente y traen regalos. Que en una sola noche visitan todas las casas, desplazándose en camellos, entrando por las ventanas, y hacen todo el reparto de millones de juguetes. Porque son magos. Para aderezar la mentira también lo completas diciendo que tienen ayudantes, pajes, cosas así. Los informativos, los medios de comunicación… todo el mundo colabora para hacer verosímil la mentira.

Los ayuntamientos organizan cabalgatas, donde personas disfrazadas se muestran ante los niños para que vean que esos reyes magos existen y han venido. Están en todas partes a la vez, son todos distintos unos de otros… Hay mil incoherencias, pero nuevamente todo el mundo colabora, insiste en la magia y hace como si no pasara nada.

Pues Concepción Dancausa cree que, de toda esta historia, de principio a fin, lo que confunde a los niños es la posibilidad de que alguno de esos reyes sea una mujer.

No les confunden las creencias sobrenaturales, la amenaza de un infierno, los religiosos disfrazados de profesores, el enseñarles a creer en absurdos, el adiestrarlos para que asuman y acepten incoherencias lógicas que están ante sus propios ojos, la violación constante de las leyes de la física y el sentido común. Lo que confunde a un niño es una mujer en el reparto.

Pues vale.

 

Las elecciones y la democracia

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Ayer fueron las elecciones. Y me anoto aquí algunas reflexiones (limitadas al Congreso, que del Senado prefiero no hablar ahora); primero, sobre los resultados, y después, algunas cosas sobre nuestra democracia que parece que no hayamos entendido (lo cual no me sorprende en absoluto).

Sobre los resultados

– Se consumó algo que ya sabíamos: la derecha española goza de absoluta impunidad. Y cuando uno malcría y consiente, pues obtiene lo que obtiene.

– Y se consumó algo que ya sospechábamos: los perpetradores de encuestas gozan también de absoluta impunidad. En ninguna profesión se admitiría tal grado de incompetencia; no dan una, ni siquiera se acercan, y pasa en unas elecciones, y otras, y otras, y se les sigue haciendo caso. ¿Por qué? Porque su trabajo no es adivinar lo que va a pasar; es influir en lo que sus verdaderos clientes quieren que pase. No están para darte información, sino para decirte a quién no debes votar.

Sobre el Parlamento

Es probable que no hayas votado lo que crees si votaste ayer. No sé si sabes que en España no eliges presidente. No hay elecciones presidenciales. Es un sistema parlamentario.

En España hay cuarenta y seis millones de opiniones. Algo así como un montón de partículas en direcciones variopintas, direcciones que además dependen de cada asunto en particular. Cada una quiere ir a un sitio, y es imposible que estén de acuerdo en todo, y es imposible preguntarles constantemente. En cada momento están empujando según su criterio. Así que hay que simplificar.

Para tomar decisiones de conjunto, se configura un Parlamento. Se elige a 350 representantes, que discutirán y decidirán en nuestro lugar. En vez de ser cuarenta y seis millones dándose gritos y empujando en todas direcciones, son sólo 350, organizados en grupos parlamentarios (lo cual simplifica las opiniones y las reduce), y actúan con un reglamento y un sistema de votaciones, sin empujarse ni gritarse (ja). Y se obtiene una resultante de todos esos desacuerdos simultáneos.

Lo que votaste ayer es la composición de ese parlamento, ni más ni menos, así que es absolutamente normal y democrático que ninguno haya obtenido una mayoría aplastante. Y es absolutamente normal y democrático que pacten, y que cada cual vea cumplido solamente un trozo de su programa (por cierto, será una mejora respecto a la legislatura anterior, en la que no se cumplió prácticamente ningún punto de ningún programa de nadie). De hecho, debería ser normal, y sin duda es democrático, que pacten incluso partidos de signo opuesto. Los ciudadanos a los que representan también son de signo opuesto, y tienen que vivir juntos siendo millones de individuos complejos; ¿no pueden hacerlo trescientos cincuenta, uniformados y con opiniones ya homologadas de antemano por unas siglas?

Ciertamente, un parlamento muy fragmentario favorece la indecisión en las votaciones. Por eso tenemos la ley electoral que tenemos, que ya favorece mucho las «masas críticas» y los «centros de gravedad»; ya hacen falta 8 votantes de IU para conseguir la misma representación que un solo votante del PP. ¿Todavía nos parece poca compensación? Si aun así hay cosas igualadas, pues es que lo están y deben estarlo. ¿O sería lógico que un 29% de los representantes tomara decisiones contra un 71% de la población?

Por favor, no me presenten esto como una anomalía democrática. La anomalía es la impunidad. Lo demás es democracia pura.

Sobre el presidente

Tampoco es factible que el Parlamento decida todo el rato sobre todas las cosas grandes y pequeñas. Así que resulta más práctico que el Parlamento confíe en un tipo y delegue en él, que este elija a sus colaboradores y decida en el día a día. El Parlamento, eso sí, lo vigilará estrechamente y le pedirá explicaciones (juas). Y el tipo debe ceñirse en todo caso a las leyes que el Parlamento haya dictado.

Así que no has elegido presidente; has elegido parlamento, que es en realidad el que manda en España, y que entre otras cosas nombra presidente. Bueno, es cierto que los partidos, durante la campaña, ya adelantan quién será su candidato a presidente del gobierno. Les conviene tener una cara para los carteles, y además se supone que el candidato será el mejor de los mejores (juas), el mejor preparado para convencer a los ciudadanos. Pero hasta donde yo sé, no tienen por qué enseñar ninguno ni comprometerse al respecto.

Hay más: el Parlamento decide si confía o no (de manera personal) en un candidato a la presidencia. Pero ¿de dónde sale ese candidato? Pues de las urnas, ¿no?

No, amigos. El candidato que se vota es el que proponga el Rey (¡háblame ahora de anomalías democráticas!). La ley le obliga a escuchar antes a los partidos, pero nada más. La costumbre es que proponga al candidato del partido más votado, pero no tiene por qué ceñirse a ello. Si, pongamos por caso, Alberto Garzón obtiene mayoría absoluta de diputados, pero al Rey no le da la real gana que gobierne, y propone a otro, ese proceder se podría calificar de muchas maneras o tener las consecuencias que fuese, pero no sería ilegal.

Más aún: si el Rey habla con representantes del Partido Popular, y estos le manifiestan su vehemente aprecio por Alberto Ruiz Gallardón, por decir algo, y el Rey lo propone como candidato a presidente del gobierno, y obtiene la confianza del Parlamento, será presidente.

Pero… un momento… Gallardón no iba en las listas del PP. No es diputado; de hecho, ni siquiera hemos podido opinar sobre él con nuestro voto. ¿Cómo va a ser presidente?

Pues, otra vez, creo que sería legal. Al menos en un primer vistazo no he encontrado que ser diputado sea requisito para ser presidente del gobierno.

Así que mira si estamos equivocados cuando damos por seguro que estamos eligiendo presidente. El tipo más poderoso de España es alguien que el Rey propone según le dé la real gana, y el parlamento decide si acepta o no. Eso es todo.

Así que la facilidad para formar gobierno no invalida en modo alguno la legitimidad de un Parlamento. Puede plantear problemas puramente prácticos. Pero no nos preocupemos; esos 350 son, seguro, las personas más capacitadas para resolver problemas en la práctica. ¿No?

El debate

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Sólo en esta televisión española se organiza un debate entre el candidato de un partido que va el primero en las encuestas y el de otro que puede quedar hasta cuarto. Sólo en esta televisión española intercalan interesantes análisis de gente como, entre otros, Carmen Tomás. Que probablemente haya cobrado por estar ahí, por decir las cosas que dijo (que no repetiré) y que probablemente parte de lo que haya cobrado sea de televisión española.

Estaba decidido a no ver el debate. Pero por diversas razones, acabé teniendo que ver unos pocos minutos (que ya fueron demasiados). Cuando Pdr Snchz le dijo a Rjy que tenía que haber dimitido por los papeles de Bárcenas y los SMS (una de las cosas más comedidas que le podía decir), y Rjy le contestó todo indignado «Hasta ahí hemos llegado» (ni siquiera las frases hechas se las sabe bien).

Los comentaristas del día siguiente hablan de debates broncos, de que Pdr indignó a Rjy hasta la exasperación, de que Rjy se desestabilizó, de nervios y sudor.

Os voy a explicar una cosa. Rjy no estaba allí para discutir nada ni argumentar nada. Estaba haciendo un teatro.

Fíjate en lo que dice Rjy cada vez que habla en público. Yo te lo traduzco. Cada vez que dice cualquier cosa en un mítin, está diciendo esto.

Mira, ciudadano. Voy a escurrir el bulto, hacerme el sueco, decir lo que me parezca, y adornarlo con chulería o lugares comunes. Voy a hacerme el serio, el íntegro, el virtuoso.

Ciudadano, quizás seas de los que realmente tienen un código ético que pretenden que sea eso, ético, y por tanto igual para todo el mundo. De los que intentan juzgar los actos objetivamente, de los que admiten cuándo se equivocan, de los que a veces ganan y a veces pierden, de los que pueden cambiar de opinión, de los que están dispuestos a escuchar. Si eres de esos, simplemente no me interesas; no busco ni tu atención ni tu voto.

También puede que seas de los que tienen memoria. De los que se acuerdan de las cosas y hacen balance. Si eres de esos, tampoco me dirijo a ti. No me vas a votar. Y me da igual.

Estoy hablando para otro tipo de ciudadanos. Pueden ser analfabetos o universitarios, pero esa no es la cuestión; en cualquier caso son, en el fondo, iletrados. No razonan. Responden a estímulos muy sencillos, a sensaciones placenteras y automáticas: la burla, la venganza, el desprecio del otro, la victoria. Su autoestima depende de ello. Se quedan con lo que les gusta y son refractarios a lo que no les encaja. O bien son como peces, sin memoria.

Quizás te sorprenda saber que hay muchos, muchos, muchos más ciudadanos de este segundo tipo. No necesito rendir cuentas. No necesito convencer a un tipo como tú ni dar argumentos. No necesito decir la verdad ni reconocer nada. Me basta con darles a esos lo que buscan. Los hay por millones, y son mucho más fáciles de pescar que tú. Con esos (¡si consiguiera ganármelos a todos!) tengo yo para mayoría absoluta, de sobra. Mi trabajo es dirigirme a ellos. Ya sé que tú me estás viendo con la cara desencajada, porque no te puedes creer lo que ves. No tienes ni idea. Eres un pardillo.

No es exclusivo de Rjy, claro. Pero también es verdad que hay algunos políticos que no lo han entendido así. Esos nunca van a tener mayoría absoluta, evidentemente. Hacen un esfuerzo titánico que les da muy pocos resultados.

¿Viste cuando Rjy dijo eso de «hasta ahí (sic) hemos llegado», y todo ese número del «no le tolero que…» y todo ese rollo de hacerse el ofendido? No seas bobo. Eso no fue una frase espontánea, no fueron nervios, no explotó. Eso lo llevaba preparado desde hacía días, con su equipo de campaña. «- ¿Cuando nos mencionen lo de Bárcenas qué decimos? – Pues di algo contundente, como hasta aquí hemos llegado, no le tolero, usted es un tramposo y no voy a consentirle, etc. etc. Y devuélvele la pelota a Snchz, haz que sea todo culpa suya, por no presentar moción de censura ni denunciarte a los tribunales.»

Sabe perfectamente que eso no es contestar a nada, y que tenía que haber dimitido (él y casi todo su gobierno y muchos dirigentes autonómicos). Sabe perfectamente que habría sido absurdo presentar mociones de censura cuando el censurado tiene mayoría absoluta. Sabe perfectamente que no tiene nada que ver que un presidente deba dimitir con que sea posible o no demostrarle un delito (¡sólo faltaría que fuera condenado y no dimitiera!).

Pero sabe perfectamente que, aunque esa respuesta le deje patéticamente en ridículo ante miles y miles de ciudadanos, hay una millonada que la celebrará y se quedará a gusto con ella. No creas ni por un momento que el ridículo le quita el sueño. Decían en el PP que les había faltado piel, pero piel es lo que les sobra, para eso y para más. Al igual que Carmen Tomás, son profesionales, saben perfectamente lo que están haciendo, y tu indignación les resbala. Tienen el aplauso de millones.

Y por eso no veo los debates.

El respetable

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Tolivia Rural Jazz, 13 de diciembre de 2015. José Ramón Feito Trío. Y en primera fila…

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Cómo salirte con la tuya en la vida

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No tienes más que hacer como Bertín Osborne.

Naces señorito. Y alto, y tal.

Te haces cantante. ¿Cómo? Pues dices que lo eres. Como eres señorito, y alto, vas a tener bolos, y nunca faltan tontas (de hecho, sobran a miles) que tengan fantasías contigo.

Te presentas como un self made man, un trabajador triunfador, el típico obrero rico de derechas, campechano y socarrón que no se calla ni una y no debe nada a nadie.

Sueltas, en cuanto tienes oportunidad, diatribas contra el estado y los impuestos. Dices que pagas muchísimos, y que trabajas como un burro. A pesar de haber sido condenado por defraudar a Hacienda (ya en 1987), tienes la desfachatez de decir que la condena no fue por fraude fiscal, que fue por alzamiento de bienes (ah, bueno, entonces tu honor está a salvo), que de todos modos el delito había prescrito, que la culpa de que tú cedieras tus derechos de imagen y propiedad intelectual (¿?) y artística (¿?) a una empresa con sede en Panamá (Venezuela caca, Panamá guta) fue de tu asesor. Que tú prefieres pagar tus millonadas de impuestos en España (no, si va a resultar que las condenas sí educan).

Echas pestes también de los políticos. Eso es importante. Todos sabrán a qué políticos te refieres en concreto. Se sobreentiende.

Y entonces, en cuanto hay ocasión, te quedas tu programita en la televisión pública, a 10.000 € por programa. Dinero público, al que ahora no le haces ascos. Los recortes en dependencia te asquean, pero este gasto en tu persona no tanto.

Traes, cómo no, a la gente de bien, como la nieta de Franco, no como esos progres impresentables con un pasado (inventado) vergonzoso, y les haces un homenaje entre risitas y cariñitos, mientras escupes sobre las víctimas del franquismo.

Luego traes a Pedro Sánchez (acuérdate, campechano, obrero, tú no te casas con nadie). No tienes nada que perder; él no va a decir que no, porque está desatado con la tele y se apunta a un bombardeo. Pero pase lo que pase, ganas. Si viene, nadie podrá decir nada cuando traigas a Rajoy. Si no viene, quedará como un resentido guerracivilista y tú como un conciliador que  no tiene culpa de nada.

Traes, pues, a Rajoy, lo lames, lo agasajas, haces todo lo que tenías que hacer (algunos oficios muy antiguos funcionan así). Ese día no, ese día no pides responsabilidades, no echas espumarajos hablando de los políticos, no aludes a la decencia, no dices nada a la cara. Ese día, buen rollo. Vamos a cocer unos mejillones y jugar al futbolín, que me parto contigo y con el gracejo que tienes, presidente.

En resumen, te conviertes en lo que se dice un ganador.

Pero ojo, tú no le debes nada a nadie, ni a papá Estado. Tú trabajas como un burro.

A qué suena el sexo sórdido

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Escribe Carmen Rigalt un artículo que se titula «El sexo sórdido«. Y el tema principal es que no se le ocurre un nombre que le guste para los genitales femeninos.

Dice cosas como esta:

En primero de feminismo aprendimos que los genitales masculinos tenían buen significante y mejor significado, mientras que los femeninos estaban sujetos a un significante ridículo y un significado grotesco. Miento: el significado es el que es desde siempre, pero el desprecio al que ha estado sometido secularmente el sexo femenino ha dejado la palabra a la altura del betún.

Como tantas feministas, confunde sus propios prejuicios con los prejuicios ajenos. Todas las palabras que se le ocurren le parecen toscas. Se queja de que los genitales femeninos son despreciados, pero es ella la que se avergüenza de nombrarlos y no encuentra la manera y encuentra tosquedad por todas partes.

Mira esta otra frase, si no (las negritas son suyas):

No es culpa de las mujeres que los nombres de sus genitales hayan caído tan bajo. Mi nuera busca una palabra para prestársela a su niño, que señala la entrepierna de la madre diciendo: «Ahí pito». No parece oportuno confundir a la criatura en edades tan tempranas, haciéndole creer que el pito es la única verdad universal.

No sé si su nieto de muy corta edad, varón, que supongo que la única entrepierna que conoce es la suya propia (donde hay un «pito»), debería pedir perdón por generalizar de forma machista basándose en su limitada experiencia. Por cierto, muy propio de la ocasión eso de «no es culpa de las mujeres», pero el párrafo y el artículo me llevan a pensar que sí, que es culpa precisamente de las mujeres.

Como tantas feministas, también confunde el género gramatical con la identidad sexual (y debería ser difícil de disculpar en una escritora salvo que sea tan mala y esté tan obsesionada como Rosa Regàs, pero por desgracia en este asunto hay una epidemia de tontería colectiva y no dejaríamos títere con cabeza):

Guardo para el final el único nombre femenino que encontré: almeja. El resto eran masculinos.

Fíjate. No busca señales ocultas, por lo visto, en el hecho de que polla, chorra, minga, picha, pilila, tranca… tengan género femenino. Y por otra parte no conoce «vagina», quizás demasiado obvio (bueno, también impreciso, hay que reconocerlo).

Pero lo más sorprendente ha sido esto:

A lo mejor todavía estamos a tiempo de arramblar esas onomatopeyas que tanto bochorno nos producen.

¿Onomatopeyas? O sea, que ¿todas esas palabras que tan poco le convencen… suenan como aquello que describen?

Carmen… estoy muy, muy poco interesado en los genitales ajenos y por extensión en los tuyos, pero ahora me has dejado con la duda. ¿Los tuyos suenan, o dicen «chichi», o algo así? Vivir para ver.