El otro día, aquel primer día del Congreso plurilingüe, estuve viendo, en diferido y sin subtítulos, lo que pasó. Me enteré más o menos de todo, excepto de lo que se dijo en euskera.
¿Qué se me ocurre al respecto?
Primero, una reflexión sobre la Constitución. Sobre las lenguas, que yo sepa dice básicamente lo que viene en el artículo 3:
- El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
- Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
- La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.
Poco más.
¿Se impidió ayer a alguien usar el castellano? No. ¿Había alguien allí que no conociera el castellano? No. Por tanto, lo que es el punto 1 se cumplió. Y se ha cumplido siempre. Lo que no veo que ponga la Constitución es que todo español tenga obligación de usar el castellano en todo momento y circunstancia, o que todo español tenga el derecho de obligar a otro a que use el castellano.
Del punto 2 no hay mucho que decir aquí.
Y respecto al punto 3, la Constitución ordena otorgar a las lenguas de España no ya respeto y protección, sino especial respeto y protección. Respecto a una lengua, el respeto implicaría no ya que no se insultara o despreciara a quienes la utilizan (como he visto hacer repetidamente a varios políticos en varios parlamentos); implicaría, obviamente, que se pudiera usar (mal respetas a alguien si no toleras ni su mera presencia). No digamos ya si se trata de protegerla, que implica un papel más activo a su favor. Y si consideramos que todo esto hay que hacerlo con especial intensidad, pues se puede argumentar con bastante solidez que ese punto de la Constitución no se incumplió ayer, precisamente, sino que más bien se ha incumplido en el Congreso de los Diputados durante cuatro décadas.
Eso por lo que se refiere a la Constitución. Luego se puede entrar en las consideraciones prácticas o particulares que se quiera. Pero el marco constitucional no veo yo que deje muchas dudas.
Lo más llamativo para mí, y en lo que creo que solo reparó Besteiro, es que alguien chasquea los dedos y pide un imposible de un día para otro, y mágicamente funciona todo. Incluso con oradores que cambian de idioma sobre la marcha y sin previo aviso. Y eso es mérito de los técnicos del Congreso. Y la gente no tiene ni idea de la eficacia que hay que tener para que eso sea así. Magia.
Respecto al dinero ni voy a perder el tiempo. En Galicia, la Iglesia católica no paga, como podría esperarse, para ocupar espacio en la televisión autonómica; tampoco hay un intercambio por el que graciosamente les ceden espacio y ellos a cambio «rellenan» unas horas de televisión con la misa con la que atienden las necesidades espirituales de la población (servicios por los que ya cobran abundantemente, y por más de un concepto, del Estado); resulta que la comunidad autónoma les paga ¡a ellos! 800.000 € anuales. Es solo un ejemplo de para qué cosas sí que hay dinero. Las clases de inglés de Feijoo también nos cuestan tres sueldos, y un becario sin casi ingresos tiene que pagárselas si quiere aprender inglés.
Otra conclusión clara es que «televisivamente» el debate funcionó a la perfección. No hubo líos. Y si un primer día, con oradores cambiando de idioma cuando les peta, con un sistema nuevo o provisional, esto se puede hacer… es que, sencillamente, se puede hacer siempre.
Respecto a Borja Sémper y sus intervenciones en euskera, no entendí muy bien qué buscaba. Supongo que demostar que sabe euskera y que su negativa no es por ignorancia. También dijo que eso que hizo él ya se podía hacer en el Congreso desde hace tiempo; la diferencia es que lo que hables en otra lengua tiene que ser «breve» y que lo tienes que traducir tú mismo a continuación.
Pero vamos a ver.
La brevedad es algo muy subjetivo y acarrea inseguridad jurídica; eso en primer lugar. En segundo lugar, que sea el orador el que traduce simplemente cambia la tarea de sitio, pero en el fondo es lo mismo. En tercer lugar, implica emplear el doble de tiempo y hacer más engorroso el diálogo que si hay traducción simultánea, con lo que todos los argumentos de tipo práctico o sobre la eficacia de la comunicación juegan, de hecho, a favor del proyecto actual.
Lo que hizo Borja Sémper fue, para quienes no entendieron su intención (y bien que se cabrearon con él), simplemente sumarse a la fiesta del día, la de las lenguas periféricas, y contradecirse directamente; incurrir en el comportamiento delictivo que él mismo estaba denunciando. Y para quienes entendiesen su intención, en todo caso estaba demostrando que el uso de esas lenguas, como cuestión de fondo, es perfectamente válido, y la única diferencia con el planteamiento actual es una cuestión menor, de procedimiento; de quién traduce o de cuánto tiempo. Vamos, que muy inconstitucional no es. Parece que, ara una vez que no actúan mediante bulos y tonterías, lo de argumentar con lógica tampoco se les da muy allá.